Sergio Blanco: Tebas Land

Tengo a Sergio Blanco por uno de los cuatro o cinco dramaturgos mayores de la lengua española en la actualidad. Su teatro es de una hondura, un rigor, una intensidad y una inteligencia literalmente excepcionales en estos tiempos de ligerezas. El tamaño y calidad de su formación, su curiosidad insaciable y su prodigiosa capacidad de trabajo no bastan para explicar el acierto y la grandeza de sus obras.
Tebas Land no es otra versión del mito de Edipo, sino una obra sobre el parricidio y sobre la creación teatral, y quizás sobre la relación oculta entre ambos. La tragedia de Sófocles está muy presente, pero no en la fábula ni en los caracteres, sino como auténtico intertexto; junto a otros, literarios como Los hermanos Karamazov, cinematográficos como la película de Pasolini, o históricos como la relación de Kafka, Mozart y Dostoievski con sus padres terribles. Y seguramente importa, más que el mito, el complejo de Edipo, con el efecto anti-trágico de la mirada freudiana interpuesta. Ante la impermeabilidad de nuestro tiempo a la idea fuerte del destino y a la honda realidad del misterio, la tragedia deriva hacia el caso judicial y el caso patológico.
Se percibe una ambivalencia, muy del gusto actual, entre ficción y ensayo. La pieza es a la vez un espectáculo fascinante y «un monumental ensayo» —en los dos sentidos— «sobre el teatro actual y sobre lo artístico» (Omar Valiño), por una parte, y por otra, sobre el parricidio y las relaciones paterno-filiales. Y en ambas líneas temáticas se amalgaman reflexión y ficción, acción y pensamiento.
Lo mismo cabe decir del juego, muy sofisticado, entre drama y narración. Asistimos a la vez al espectáculo y al relato de su génesis. La narración es, como corresponde, la que abre la puerta a las demás miradas mediadoras. Pero sin ahogar el carácter profundamente dramático de la obra: no posdramática sino, al contrario, metadramática, o sea, dramática al cuadrado. Es en ese logro paradójico donde brilla el arte de Sergio Blanco a la altura de los más grandes dramaturgos. Como Pirandello, consigue la mayor ilusión de realidad, no reduciendo, sino redoblando la dualidad representativa propia del teatro.
La promiscuidad entre realidad y ficción es el recurso central, permanente y sabiamente armonizado a lo largo de la pieza. Y no recurriendo directamente a la vía performática, más tosca en mi opinión, sino a la multiplicación de niveles dramáticos hacia dentro, o sea, al metateatro. Es cierto que en la posmodernidad se ha abusado de él. Pero cuando se utiliza con el rigor y la inteligencia de Blanco parece recién inventado, rebosante de fuerza y de verdad.
Tebas Land es también el paso decisivo de su autor hacia la autoficción dramática, de la que es maestro indiscutible. No sólo por el ingrediente de verdad, sino por el despliegue de recursos formales de la máxima eficacia. Aunque la inusitada sabiduría dramatúrgica que ostenta no basta para explicar la rotundidad del acierto sin apelar a la inspiración o el estado de gracia. Es una pieza redonda, que roza la perfección.
Sergio Blanco es tan original y tan moderno de verdad que parece antiguo de los de verdad.
José-Luis García Barrientos, doctor en Filología (UCM), Profesor de Investigación del CSIC, profesor de posgrado en la UC3M, es autor de libros, traducidos algunos al árabe y el francés, como Principios de dramatología, Cómo se analiza una obra de teatro, Teatro y ficción, La razón pertinaz, Drama y narración, Anatomía del drama o Siete dramaturgos, tres de ellos publicados por Paso de Gato. www.joseluisgarciabarrientos.com
Retomo la conclusión: «Tan moderno que parece antiguo» (*Suenan risas paradójicas pregrabadas*). Suscribo la hipótesis, maestro, cómo no, e incluso la radicalizaría… En 1801, según cuenta Rosenkranz en su biografía (1844, p. 156-159), y como parte de los requisitos para acceder a la plaza como profesor en la Universidad de Jena, Hegel presentó una tesis de solo 25 páginas titulada «Las órbitas de los planetas», que estuvo acompañada de una segunda tesis —esta última mucho más interesante, pues estaba destinada a la discusión pública y, a diferencia de la primera, era mucho más que un parafraseo de Newton—, en la cual se lee (en latín en el original): «La contradicción es la regla para lo verdadero; la no-contradicción es la regla para lo falso». Sospecho que si Hegel supo llegar a esa conclusión que pone patas arriba a la lógica clásica fue porque algo de artista tenía (aunque sus poemas fueran tan flojos); Sergio Blanco, Juan Mayorga o Pirandello, artistas indiscutibles, demuestran que esa conclusión, de hecho, parece ser el gran «secreto profesional» del oficio creativo: todo lo existente tiende a contradecirse, y por lo tanto: más verdadero será algo cuanto más contradictorio sea (hacia allá apunta su texto, ¿o no?). ¿Mimética o diegética? Tebas Land es las dos al tiempo; ¿clásica o contemporánea? Tebas Land es las dos al tiempo; ¿culta o popular? Tebas Land es las dos al tiempo; ¿dramaturiga o ensayo? Tebas Land es las dos al tiempo. Gracias por recordarnos, maestro, que la experiencia del arte —cuando resulta verdadera— apunta justamente a hacer quedar en ridículo el carácter estricto de la lógica clásica revelándonos el enigma de la identidad. Qué buena es «Tebas Land», carajo.