Charla ante los ojos de Dios

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El teatro es como si te estuvieran relatando la vida cotidiana de alguien: Horacio Alejandro González Sánchez

Horacio Alejandro González Sánchez, catedrático de la UJED. Foto: Roberto Dorador.

En esta ocasión no fue café sino chai de té negro. La cita fue en el Café Central del Palacio de Zambrano, palacete del siglo XVIII situado en el centro histórico de la Ciudad de Durango, después de presenciar el interesante y creativo monólogo Mi color carne, de Adalia Sarmiento, de Veracruz, dentro del Festival de Monólogos A UNA SOLA VOZ en el Victoria. Años de amistad y un lazo tejido en el estudio A de Radio Universidad de la Universidad Juárez del Estado de Durango en La Revista Cultural Azul, teatro al aire con los textos ingeniosos de Macario Rueda titular del programa, Horacio Alejandro González Sánchez, “Alex”, “Jano”, “Janito” como afectuosamente le llamamos algunos y yo, nos encontramos.

Horacio, filósofo catedrático de la UJED, comenzó a interesarse por el teatro a la edad de 10 años. Su capacidad diferente, que un día se llamó “especial”, nunca fue obstáculo para poder actuar, encontrando así la posibilidad de la estructuración y articulación de palabras en la libertad que el teatro representa para él y con la inspiración de Samuel Beckett y su teatro del absurdo, y de su boca “ese ir y venir de las palabras, esa repetición hasta el cansancio que pierde el sentido, eso del teatro que es el Sísifo, donde todos los días el personaje se para a vivir su peripecia. El teatro es como si te estuvieran relatando la vida cotidiana de alguien. Un relato que el personaje va a vivir al día siguiente cuando tú ya no estés de público en un ciclo como el eterno retorno de Nietzsche”. 

La conversación sigue amenamente entre pequeñas bromas e interesantes anécdotas con el entusiasmo característico del entrevistado, mientras, en el pasillo del exterior, que se puede observar desde nuestra mesa, se ejecuta una serenata improvisada donde decenas de coloridos ojos de Dios penden del techo en un intento de proteger con sus poderes místicos a los transeúntes que despreocupadamente cruzan por el pasillo colonial. Este canto interrumpe por momentos. La voz poco entonada se fue alejando hasta desaparecer y solo quedamos de nuevo con lo que nos atañe, el teatro. 

Escribe su primera obra Una dieta balanceada en el 2007, con dos personajes desquiciados que repiten su día a día preocupados por su peso, por lo que comen para no comerse entre sí por esta humana forma de canibalismo que tenemos en la humanidad, como comenta el autor. Después siguió La Rebelión de los diablos, diablos que se rebelan y persiguen la estrella de Belén en un intento de manifestación sindicalizada.  Continuó con El Confesionario, con la actuación de Santos Vega Camargo con la cual fue premiado como el mejor actor de Durango en la Muestra Estatal de Teatro del 2016. Escribió también El Soñado Jardín Selénico, una obra apocalíptica donde trata de la reconstrucción del mundo después de esa constante humana que es la destrucción. Luego fue el turno de Expediente Eugenia, que nace de un lugar post pandémico donde vemos que la vida de cada personaje es un expediente y ese expediente tiene que revisarse para ver porque acaban como acaban. Por último Evocaciones dominicales desde la pecera, que es un texto muy personal para él, donde un escritor se pregunta por qué se ha ido su gran amor y por qué quiere morir, pero realmente el problema no es ese, sino que no tiene tinta para escribir su carta de suicidio. 

Profesor de filosofía, escritor, anfitrión del podcast El sonido de las ideas, creador escénico y autor de los libros: Una vuelta menos, Promesas del abismo, El eco del silencio y otras nostalgias, El crepúsculo de los maniquíes además de otras lecturas dramáticas, no olvida las palabras de su maestro Guillermo Heras, que decía que los escritores tenemos manías y lo que hacemos es trabajar sobre manías porque tenemos que decir algo sobre eso, porque no nos dejan en paz. 

El actor, profesor de filosofía, escritor, anfitrión del podcast “El sonido de las ideas” Foto: Selene Galper.

Horacio Alejandro “Jano” sigue trabajando la posibilidad del teatro entero en su lugar de observador, en su lugar de creador y de escritor y considera que el texto es una obra completa, es una obra por sí sola que, si es escenificada ¡Qué mejor! pero si no, ya es una obra lograda al momento de estar escrita; entonces puede  seguir luchando desde su lugar por esos textos,  porque esos personajes encuentren o no el cauce de sus deseos, quieran y sigan queriendo lo que están buscando y abrir posibilidades, plantear preguntas desde el teatro, molestar a alguien que esté de espectador o hacerlo feliz, conocer su idea del mundo , etc. Él dice: “El humano mientras está vivo está buscando algo, es un ser insatisfecho. El teatro es violento y no porque agreda al espectador sino porque la carne del actor frente a ti te confronta, no es como en la televisión que le puedes apagar a un botón y se acabó. Ahí te tienes que salir y hasta salirte y darle la espalda a otro es algo más fuerte y hasta el actor te puede increpar desde arriba, que ya ha sucedido porque existe la necesidad de enfrentarnos”. 

Su trabajo fundamental lo ha encontrado en la dramaturgia y su conflicto, en el mundo interno del personaje “porque si sales del teatro y ya no eres el mismo, valió la pena”.

Hora de partir.

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