Buen día, muchas gracias a todas y todos por acompañarnos en estos significativos momentos. Felicidades a los colegas que reciben esta presea.
Es motivo de gran alegría recibir este reconocimiento, lo hago en representación de todos los que hemos trabajado a lo largo de ya 22 años en el proyecto de Telón de Arena. Los fundadores firmamos, el 7 de octubre de 2002, el acta de nacimiento de este navío que ha cumplido generosamente con llevarnos a la meta que nos propusimos: ser un referente de teatro de calidad en nuestro país y una propuesta permanente de teatro para los habitantes de nuestra ciudad.
De esos nueve fundadores, en esta sala se encuentran tres, Marco Antonio García, Joaquín Cosío y Daniel Miranda, quienes tomaron otros retos para su vida profesional. En Ciudad Juárez están Guadalupe de la Mora y César Cabrera, quienes, junto conmigo, actualmente conformamos el consejo directivo de Telón de Arena.
El mérito que me ha hecho acreedora de este reconocimiento sólo ha sido posible con el trabajo colectivo, que es la orientación imprescindible del teatro. A todos ellos, mi agradecimiento por estos años compartidos, por el talento, la creatividad, la paciencia, la entrega y sobre todo por el trabajo cotidiano que ha hecho posible que, aun en momentos aciagos, estuviéramos de pie, ofreciendo una alternativa de convivio y reflexión para los habitantes de una ciudad tan compleja como la nuestra.
A todos los actores, creativos y colaboradores de Telón de Arena, así como a la memoria de quienes partieron y hoy son añorados, como soldados caídos en batalla: Eva Margarita Gallegos, Luz Aída Pérez, Humberto Salcedo, Jorge Alcorcha y Humberto Leal Valenzuela, y a las más de 200 personas que de múltiples maneras han trabajado en Telón de Arena, muchísimas gracias.
Gracias a los colegas que consideraron que yo era la persona adecuada para esta medalla, a la doctora Lucina Jiménez, directora del INBAL. En especial a mi familia, mi esposo Héctor Padilla, mis hijos Ezra y Héctor Emmanuel, mi gratitud siempre y la dedicatoria de todos mis trabajos, pues vivir con gente de teatro siempre es algo difícil, exige comprensión, paciencia, libertad y mucho amor.
Todo esto lo he recibido a manos llenas y ha sido la fortaleza con la que he podido cruzar océanos de dificultad para hacer teatro en un estado y una ciudad que se encuentra en los últimos lugares de inversión en cultura y artes, y en donde la corrupción del gobierno estatal y municipal merman aún más los exiguos recursos que se destinan a la cultura.
Sin embargo, hacer teatro en Ciudad Juárez es una tarea intensamente feliz, llena de satisfacciones y días luminosos en los que se cosecha generosamente lo sembrado. Hacer teatro en mi ciudad me llevó a comprender que donde no hay nada o hay muy poco, estaba todo por hacerse y que eso era precisamente una gran oportunidad.
Desde nuestro inicio nos planteamos hacer un teatro de Juárez y para Juárez, un teatro de fronteras que reflejara nuestra identidad y temas comunes. Un teatro que lograra fundar un diálogo desde el escenario, para visibilizar y sensibilizar a los espectadores sobre temas tan duros como el feminicidio, la narcoviolencia, la migración o la corrupción; en fin, abordar nuestra realidad compartida.
Los temas, las heridas, el dolor estaban ahí cuando decidimos hacer un teatro de lo social, que intentaba desmentir las “versiones de la oficialidad¨. Los temas de Juárez de pronto te ponen entre la espada y la pared, es impostergable o inevitable tratarlos, se vuelve una necesidad y un deber no dar la espalda a esa realidad agobiante.
En este panorama hemos intentado ser una voz solidaria con las victimas de las múltiples violencias del ejercicio depredador de poderes institucionales y fácticos. Para conjurar, minar o combatir a esos poderes, el teatro tiene sus potencias: la palabra, la poesía, la imaginación, el placer, la crítica, el juego, el humor, la rabia, la indignación y la rebeldía, que es la mayor virtud que puede tener el teatro para transformar la realidad.
En muchas ocasiones he dicho que cuando encontré el teatro, empecé a pensar. Me considero una sobreviviente salvada por el teatro. Estoy convencida de que las artes, la cultura y el deporte transforman y salvan vidas, crean futuro para los jóvenes, yo soy un ejemplo de esa transformación y desde hace décadas y por toda la vida seguiré haciendo votos porque los gobiernos entiendan que la solución de fondo para la inseguridad y las violencias que hoy carcomen nuestro país no está en las armas, las policías y la militarización, que han fracasado reiteradamente.
Como dijo José Alfredo, el problema es que en México la vida no vale nada. Aquí se mata para obtener un celular, se viola y se mata sin consideración alguna de la víctima. La vida se arrebata y se pierde en México porque los jóvenes que viven en entornos vulnerados, económica y socialmente marginados y en muchos casos con familias disfuncionales, no tienen un horizonte de vida que les haga sentir que realmente vale la pena vivir. En México se asesina y desaparecen personas porque se ha perdido el sentido de la vida y se da mayor valor al dinero. Es aquí donde las artes y el deporte pueden aportar enormemente a la construcción de una sociedad más humana y en paz.
A los 16 años encontré al teatro y a mi primer maestro, “el profe Ochoa”, Ernesto Ochoa, en el tecnológico de Ciudad Juárez, donde me brindaron un espacio seguro, una familia y un amplio horizonte que a mí, junto a otra veintena de jóvenes, nos develó un universo inimaginado de aventuras, conocimiento, debate, reflexión, intensidad y afectos. El teatro nos hizo suponer un mundo distinto y así han pasado ya 44 años desde que pise el escenario por primera vez.
Dedico esta medalla a quienes he tomado como mis maestros de teatro: Ernesto Ochoa, Octavio Trías, Héctor Mendoza, Luisa Huertas y Luis de Tavira.
Este reconocimiento es una dicha, pero también un compromiso muy grande. Recibo esta medalla como el primer llamado que sentí del teatro, como la encomienda de continuar ofreciendo a los otros el pan del teatro, el compromiso de ofrecer un teatro que sea memoria, que incomode, que muerda, que duela, que enrabie, pero que también nos abrace, nos ofrezca caminos, que nos recuerde el amor, nos permita encontrar la humanidad perdida y nos ayude a construir paz.
Estos momentos son también la posibilidad de dar visibilidad y ser solidarios con hermanos en sufrimiento, en resistencia y lucha. Por ello dedico esta medalla a la actriz y cineasta Ángeles Cruz, a la comunidad de San Miguel el Grande, Oaxaca, con la petición al presidente Andrés Manuel López Obrador de que se les brinde justicia, protección y seguridad para sus vidas.
También dedico esta medalla al Frente en Defensa del Chamizal que, en Ciudad Juárez y contra los poderes económicos y los intereses del alcalde Cruz Pérez Cuellar, defiende el patrimonio histórico, ecológico y cultural de todos los mexicanos. Me sumo a la petición del frente para que el presidente Andrés Manuel López Obrador, mediante decreto, proteja de una vez y para siempre los terrenos de 330 hectáreas que históricamente el gobierno de Estados Unidos nos regresó como parte del territorio nacional.
Por último, dedico este reconocimiento al Frente Binacional Frontera Palestina y suplico a la comunidad judía de México que se manifiesten humanitariamente contra el genocidio y que pidan a Israel el reconocimiento del estado libre y soberano de Palestina.
Muchas gracias.
5 de agosto de 2024
Perla de la Rosa, actriz, directora, dramaturga y gestora cultural, recibió la Medalla Bellas Artes 2024 por su trabajo en el ámbito escénico y su “compromiso con el teatro social y comunitario que la han convertido en una voz indispensable en la escena teatral de México”, señaló la nota del INBAL.