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Mabel, el triunfo del goredelirio

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Dirigida por Alfonso Íñiguez se presenta los lunes en el Foro Lucerna hasta el 23 de junio

El trabajo actoral que realizan Adriana Montes de Oca y Santiago Zenteno merece una ovación de pie. Fotografía de Daniela Acuayte.

Existe, entre la gente de teatro la superstición de que pronunciar la palabra Macbeth dentro de un teatro trae mala suerte. ¡Cuidado! No estamos hablando de un mal día o una mala función, estamos hablando de que pronunciar esa palabra puede traer consigo una tragedia.

El teatro y el toreo son dos disciplinas artísticas cargadas de supersticiones tan arraigadas, que probablemente, ni la fe ni la razón van a poder con ellas. En el mundo del toro está de miedo dejar la montera sobre la cama o que después del brindis, esta permanezca con los machos boca arriba sobre la arena. El Niño de la Capea interpretaba como «mal fario» que las zapatillas estuvieran invertidas al momento de colocárselas, significaba que la muerte andaba muy cerca. El maestro Domingo Ortega evitaba trasladarse en auto cualquier martes, sin importar que no fuera martes 13, el día era incompatible con el coche. Si embargo, entre taurinos y teatristas compartimos una colorida superstición: el amarillo.  En ambos terrenos esta superstición está asociada con la muerte de una figura vestido con el color fatal. En el teatro se ha corrido la leyenda de que Molière, el paladín de la comedia neoclásica francesa, lucía un vestuario amarillo cuando la muerte le sorprendió durante la representación de El enfermo imaginario. En el mundillo taurino esta aberración al amarillo tiene su supuesto origen en la muerte de Alberto Balderas, quien vestía de canario y plata cuando el toro Cobijero (Piedras Negras) terminó con sus días el 29 de diciembre de 1940.

Para todo el amante de lo sobrenatural y supersticioso, actualmente se encuentra en temporada la obra Mabel; producción que ha cambiado el nombre original de la tragedia shakespeariana para no continuar invocando desgracias.  Se dice que el proceso de montaje de esta puesta en escena ha estado lleno de fatalidades, que incluso han terminado con la vida de varios miembros de su equipo. Temerosos de que la muerte siga rondando el foro Lucerna, esta obra ha mutado su nombre por el de Mabel. ¡Toda protección es poca! A la llegada del público a todos se les reparte una pulserita roja con el ojo turco que protege de las malas energías. Adriana Montes de Oca y Santiago Zenteno son los sobrevivientes del ángel exterminador y son ellos únicamente los que interpretarán toda la tragedia escocesa, haciendo varios personajes cada uno. Los actores están vestidos con trajes de protección médica, también portan gafas de seguridad y cascos de ingeniero. Además, se han sustituido las espadas y puñales de la obra por objetos mucho más inocuos como plátanos o paraguas sin punta. Una vez hechas las recomendaciones prologales necesarias para que el público entienda las convenciones escénicas, la obra maldita comienza por la noche…

Mabel es una delirante farsa cómica con salpicones de estética gore que sorprende por las posibilidades de exploración e irreverencia hacia el texto de William Shakespeare. La dramaturgia lleva la rúbrica de Emilio Dionisi, actor y dramaturgo argentino que en otras ocasiones ya ha trabajado con la reinterpretación de clásicos shakesperianos, como Romeo y Julieta de bolsillo (2012), La comedia de los herrores (2014) o Sueño (2020). La dramaturgia se dialoga en verso, su mayoría en octosílabos, que es el sello de nuestro teatro clásico hispano, y que de alguna manera nos traslada a los dorados años del siglo XVI, donde los genios del drama inglés y español escribieron sus piezas inmortales. Mabel es una reinterpretación audaz que desplaza el género de la obra, cambiando así,  los temas de la tragedia. De la obra de Shakespeare solo ha quedado la anécdota brujil y monárquica, pero Mabel no apuesta por la tragedia de la condición humana, o por la corrupción de la dinastía monárquica, sino por llevar al límite las risibles supersticiones y desgracias en tónica de farsa gore tan grotesca como irreverente.

Contrario al racionalismo contrarreformista de don Miguel Cervantes, que continuamente critica la superstición y la magia, como en sus entremeses La cueva de Salamanca o El retablo de las maravillas, por poner solo algunos ejemplos; en el teatro de Shakespeare pululan los fantasmas, las brujas, las maldiciones y la superchería medievalista que se toma muy en serio por sus personajes trágicos. El desplazamiento tonal que hace Dionisi en su apuesta dramatúrgica nos hace replantearnos ¿Qué tan en serio hay que tomarse las supersticiones? Llevar hasta sus últimas consecuencias, hasta el ridículo cómico nos hace tomar distancia de los personajes y reírnos, porque solo ellos pueden vivir en el terror nigromantesco, desternillante en el teatro, pero incompatible con la realidad. El humor meta teatral del texto nos evoca algunos otros referentes afortunados del teatro dentro del teatro, que se permite burlarse de sí mismo, de sus formas y manías, como La obra que sale mal o Algo sobre un tal Shakespeare. Por momentos en Mabel también se roza la parodia versificada que como hispanoamericanos podemos encontrar su resonador más inmediato en los sketches de Roberto Gómez Bolaños Chespirito o en la rocambolesca historia de Pedro Muñoz Seca, La venganza de Don Mendo, que en 1961 llevara a la gran pantalla el experimentado Fernando Fernán Gómez.

 Este montaje tiene la dirección de Alonso Íñiguez, quien también ya ha trabajado otras obras shakesperianas antológicas como Noche de reyes o Romeo y Julieta de bolsillo (también de Dionisi). Los géneros para Íñiguez no son una constante sino un reto diferente. Su dirección se mueve por diversos colores, como la farsa, la comedia, el drama realista, etc. En Mabel la escenografía es muy sencilla, un escenario en blanco con unas cortinas semitransparentes que parecieran sacadas del cuarto de baño de un gigante. Como solo dos actores interpretan a todos los personajes de Macbeth, el vestuario les permite mutar de maneras muy sencillas para habitar los diferentes caracteres, apenas cambiando un casco por otro, caretas deportivas, pecheras o cinturones de arneses. La estética de cuarto blanco para que los niños jueguen y manchen, nos recuerda que el escenario es también un espacio de juegos, donde las posibilidades de imaginación y desastre son ilimitadas.

El trabajo actoral que realizan Adriana Montes de Oca y Santiago Zenteno merece una ovación de pie. Él interpreta al soberbio Mabel y algunos otros más, pero ella interpreta una decena de personajes, todos perfectamente bien distinguidos en corporalidad y voz. Además de interpretarse a sí mismos dentro de la fábula, como actores que sobreviven al holocausto teatral y que por honrar la memoria de Alonso (el director, que no está muerto, pero en la ficción sí está muerto) deciden contar así esta historia, sobreviviendo a las vicisitudes que «una mano invisible» se empeña en ponerles sobre el camino para que la obra maldita no ocurra. 

Mabel se presenta todos los lunes a las 20:30 h en el Foro Lucerna (Lucerna 64, colonia Juárez) hasta el 23 de junio. La actriz Angélica Bauter alterna funciones con Adriana Montes de Oca hacia la segunda mitad de la temporada. Se invita a los lectores a seguir las redes sociales de la producción: @mabel_mx_ para estar al pendiente de promociones y descuentos.

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