Anatoli Vassiliev- Rusia 2016

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¿Necesitamos del teatro?

Ésa es la pregunta de miles de profesionales decepcionados del teatro y de millones de personas cansadas de que se les pregunte.

¿Para qué lo necesitamos?
En estos años en que la escena teatral es tan insignificante en comparación con las escenas de las grandes ciudades y tierras de los Estados, donde se están jugando las tragedias auténticas de la vida real.

¿Qué pasa con nosotros?

Hay grandes galerías chapadas en oro, balcones en las salas de teatro, sillones de terciopelo, pulidas voces de los actores o, viceversa, algo que puede tener un aspecto aparentemente diferente: cajas negras, manchadas de barro y sangre, con un montón de cuerpos desnudos rabiosos en el interior. ¿Qué quiere decirnos esto? ¡Todo! El teatro puede decirnos todo. El cómo los dioses habitan en el cielo, el cómo los presos languidecen en cuevas olvidadas bajo la tierra, el cómo la pasión nos puede elevar, el cómo el amor puede arruinar, el cómo nadie necesita una buena persona en este mundo, el cómo reina el engaño, el cómo la gente vive en departamentos, mientras que los niños se marchitan en campos de refugiados y todos tienen que volver de nuevo al desierto, el cómo día tras día nos vemos obligados a desprendernos de nuestros seres queridos. El teatro siempre ha sido y seguirá siendo por siempre. Y ahora, en estos últimos cincuenta o setenta años, es particularmente necesario. Porque si echas un vistazo a todas las artes públicas, se puede ver de inmediato que sólo el teatro nos da una palabra de boca en boca, una mirada de ojo a ojo, un gesto de mano en mano y de cuerpo a cuerpo. No necesita de ningún intermediario para trabajar entre los seres humanos —que constituye el lado más transparente de la luz—, no pertenece ni al sur, norte, este u oeste. ¡No! Es la esencia de la propia luz que brilla desde todos los rincones del mundo, inmediatamente reconocibles por cualquier persona, ya sea hostil o amigable, viene hacia nosotros. Y todos necesitamos del teatro para que permanezca por siempre. Todos necesitamos de diferentes tipos de teatro. Incluso, creo que entre todas las formas de teatro posibles, las más arcaicas ahora resultan ser en su mayoría lo que hay de demanda. El teatro de las formas rituales no debe oponerse al de las naciones «civilizadas». La cultura secular está siendo cada vez más empobrecida, la llamada «información cultural» está sustituyendo gradualmente y empujando a las entidades simples, así como a nuestra esperanza de encontrarlas algún día. Pero ahora lo veo claramente: el teatro abre sus puertas. Entrada gratuita para todos y todo el mundo. ¡Al diablo las computadoras y los aparatos! ¡Vamos al teatro, ocupemos las butacas enteras y las galerías para escuchar las palabras y mirar a las imágenes vivir! El teatro está frente a ti. No te descuides ni pierdas la oportunidad de participar con él. Tal vez sea la oportunidad más preciosa que tenemos en nuestras vidas superficiales y apresuradas.

Necesitamos todo tipo de teatro.

Hay un solo teatro que seguramente no es necesario para nadie, quiero decir un teatro de juegos políticos, un teatro de políticas «ratoneras», un teatro de los políticos, un teatro inútil de la política. Lo que sin duda no necesitamos es un teatro de terror cotidiano —ya sea individual o colectivo—, lo que no necesitamos es el teatro de cadáveres y sangre en las calles y plazas, en las capitales o en las provincias, un teatro falso de los enfrentamientos entre religiones o grupos étnicos.

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