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Zur-Cir, el idioma de la amistad se habla entre dos

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Le quedan dos fines de semana a esta puesta en escena de Mezcolanza Teatro, 15 y 22 de julio en El Hormiguero

Pilar Carre. Fotos de Adrián Martagón.

«Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable» (Si 6, 14-17) Así se elogia la amistad en el libro de Sirácides, también conocido como Eclesiástico. La amistad es uno de los mayores tópicos de las Sagradas Escrituras y de otras literaturas. Probablemente el ejemplo más antiguo en la dramaturgia griega se hace presente en la estrecha relación que tienen Orestes y Pílades. Los tres tragediógrafos: Esquilo, Sófocles y Eurípides, supieron ilustrar con gran precisión la fina amistad de estos dos hombres. Pílades se convirtió, con el tiempo en el arquetipo del fiel compañero, el silente amigo, el admirador, el aliado, el compañero de batallas y el hermano putativo. El gran Miguel de Cervantes modernizaría el tópico de la amistad en su máxima novela, pues no existe Quijote sin Sancho, ni escudero sin caballero. Sancho, a diferencia de Pílades no hace del silencio una virtud, por el contrario; constantemente discute con las sinrazones de su señor, pero termina por acompañarle siempre. La amistad es uno de los grandes
privilegios del hombre a veces bien ilustrado en la literatura y en las artes.

Zur-Cir es una obra de teatro que, por los derroteros del clown, la comedia física y la técnica de media máscara, representa el gran tema de la amistad a través de la historia de Pillo y Philipe; dos personajes con una amistad profunda que se dialoga en «gamelot» un idioma inventado que solo les pertenece a ellos. Su historia se desarrolla en un lugar abstracto, tan precario como poético. Él (David Zambrano) carga con una maleta donde lleva su vida entera, mientras que ella (Pilar Carre) habita en una pequeña silla rodeada por algunas prendas y las cuatro cosas necesarias para su diario: un despertador, un par de tazones y un poco de cereal. Ambos personajes se encuentran en su pobreza, en su miseria y ese encuentro genera la chispa de alegría que puede encender la flama de la esperanza. La puesta en escena es temeraria en su discurso, atinada en cada uno de los recursos que
maneja, cuidadosa en la manipulación de los objetos dramáticos y teje cada movimiento de los personajes para retratarlos con tal sensibilidad que es imposible que el público no se estremezca con ellos. Pillo y Philipe son entrañables al mismo tiempo que ajenos, pues sus personalidades siempre son extraordinarias. Los personajes parecen habitar en un sueño políglota donde se hablan otras lenguas; tecnologías lingüísticas que el espectador no conoce, y sin embargo comprende perfectamente.

La dramaturgia es sencilla, lineal y potente. Los dramaturgos (También Zambrano y Carre) consiguen presentar a sus personajes a través de acciones muy concretas que inmediatamente hacen que sus caracteres sean reconocibles por el espectador. La relación entre los personajes crece con dinámicas tan sencillas como entrañables: Pillo y Philipe juegan, se inventan un saludo en clave, aprenden a hacer pompas de jabón, comen juntos y se llaman para contarse tal vez cualquier cosa. Son esas acciones las que forjan nuestras amistades, porque la mayoría de los amigos se forjan con los pequeños gestos para después alcanzar las grandes epopeyas. El desenlace de la fábula suspende
al espectador en un sabor amargo que quizá a los cinéfilos nos recuerde al acre desenlace del Dr. Zhivago.

La estética de la puesta en escena es notable. El minimalismo dramático es un estilo perfecto para la historia y no solo un pretexto para hacer otro teatro pobre. La cromática del vestuario, diseño de Andrea Lumbreras, se ajusta a la escala de grises. Los vestuarios parecen inspirados en las películas de Charles Chaplin y el amor de los amigos también recuerda las grandes cintas de Charlot al lado de Edna Purviance: El vagabundo, Charlot en la Calle de la Paz o El inmigrante, por mencionar algunas. Por su parte la iluminadora Melina Escobar sostiene entre azul y verde la atmósfera
abstracta donde respiran los personajes.

Zur-Cir es una coproducción internacional de la compañía Mezcolanza Teatro que estrecha las relaciones teatrales entre México y Noruega. La puesta en escena ya ha recorrido varios escenarios internacionales como el Festival Oslo Fringe (Noruega) y el Kilombo Nudos en Brasil. Ahora estrena una brevísima temporada en México, únicamente tres funciones: martes 8, 15 y 22 de julio de 2025 en el Centro Cultural El Hormiguero, recinto que se ubica en Gabriel Mancera 1539 en la Colonia Del Valle. Las entradas tienen un importe de $300 y están disponibles en Boletopolis.com y en la
taquilla del teatro.

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