
La obra Sansón de las islas, con Dramaturgia de Gonzalo Demaría y Dirección de Emiliano Dionisi, actualmente en escena en el Teatro General San Martín de Buenos Aires, explora el cruce entre la Guerra de Malvinas y la manipulación mediática, parodiando la manera en que el gobierno militar en 1982 transformó el conflicto bélico con Inglaterra en una épica artificial.
Desde el inicio del proyecto, Emiliano Dionisi supo que debía involucrarse. “El texto llegó a mí hace un año a través del Complejo Teatral de Buenos Aires, bajo la dirección de Alberto Ligaluppi. Al descubrir que era un trabajo de Gonzalo Demaría—dramaturgo a quien admiro profundamente por su aguda mirada sobre la historia y la naturaleza humana—no dudé en aceptar el desafío”, afirma el director.
Sobre la puesta en escena, Dionisi comenta: “El texto sitúa la acción en un estudio de televisión de los años 70: la Argentina Televisora Color, entonces televisión pública. Desde lo estético, me interesaba recrear cómo, en aquella época, se imaginaba el futuro, por lo que predominan el concreto y las líneas sólidas. Al mismo tiempo, el texto sugiere un espacio despojado, casi como un hangar, lo que inevitablemente nos remite a los centros clandestinos de detención de la dictadura”.
La historia gira en torno a la relación y posterior enfrentamiento en el ring entre Sansón, un luchador en decadencia, y el Gauchito Argentino, un personaje creado para encarnar el fervor patriótico que la dictadura necesitaba instalar en el imaginario nacional. A través del catch, un deporte basado en la lucha física simulada, Demaría traza un paralelismo con la guerra en el Atlántico Sur: golpes fingidos, héroes construidos desde la propaganda y una escenificación que oculta una realidad cruel.
“La Guerra de Malvinas dejó una herida profunda en la identidad argentina. Puede decirse que fue una gran simulación: jóvenes sin entrenamiento ni equipamiento adecuado fueron enviados a combatir, expuestos a una realidad devastadora. Fue, sin duda, una matanza, una estrategia de distracción del gobierno de facto, diseñada para clausurar años de terror y saqueo. Por todo esto, dirigir esta obra representa para mí un privilegio”, comenta Dionisi.
Uno de los momentos más impactantes de la obra ocurre cuando la lucha de catch se transforma en un espectáculo televisado, con toda la espectacularidad de un show diseñado para el público. “Poder pensar esta puesta en el Teatro San Martín me permitió explotar al máximo esa dimensión visual, con luces impactantes y cantantes líricos vestidos de luchadores de catch. Así, la obra transita desde una actuación que recuerda una novela de los años 70 hasta un realismo mágico vibrante y lúdico, en el que el público participa activamente: abuchea, aplaude, se involucra. Me parece maravilloso cuando se genera esa interacción”, agrega el director.
Así, el catch, con su teatralidad exagerada y su estructura guionada, se convierte en una metáfora poderosa dentro de Sansón de las islas. Este deporte-espectáculo, donde los combates son coreografiados y los luchadores encarnan personajes diseñados para cautivar a la audiencia, guarda una profunda similitud con la manera en que se comunicó la Guerra de Malvinas. Gonzalo Demaría plantea un paralelismo entre ambos mundos: así como el catch requiere una narrativa construida con héroes y villanos, la guerra fue presentada como una gesta épica, cuidadosamente moldeada por los medios para sostener el fervor patriótico sobre un territorio argentino usurpado.
Jean Baudrillard plantea la idea de la guerra como simulacro: una representación que sustituye la realidad con signos y símbolos. En la obra, la Guerra de Malvinas no aparece como un evento histórico, sino como una construcción mediática que oculta sus contradicciones detrás de una épica fabricada. El programa televisivo refuerza esta noción, funcionando como un dispositivo narrativo que convierte la guerra en entretenimiento, disimulando su crudeza y contradicciones bajo un velo heroico.
La trama dialoga con Cuarteles de invierno de Osvaldo Soriano, donde el boxeo funciona como metáfora del autoritarismo. En Sansón de las islas, la lucha en el ring no busca la gloria, sino exponer la mentira. Como señala Ricardo Piglia, el Estado necesita ficciones para sostener su poder, pero al relato oficial se oponen los contra-relatos del arte y la literatura. En esta línea, la obra se inscribe en la tradición de textos como Los pichiciegos de Fogwill y Las islas de Gamerro, que abordaron la guerra desde un enfoque completamente distinto.
El planteamiento del texto despliega una instancia dramática de extrema y contundente cotidianeidad: Sansón (Luciano Castro), un luchador de catch que en el pasado disfrutó de la fama, hoy enfrenta limitaciones físicas tras un accidente vial y se ahoga en la miseria económica. Con pocas opciones y siempre apoyado por Lea, su esposa, acepta la oferta de convertirse en “pirata inglés” y ser derrotado por el Gauchito Argentino (Gonzalo Gravano), un joven luchador en ascenso, “ahijado” del coronel Garmendia. Más adelante, la dramaturgia revelará meticulosa y magistralmente el vínculo homosexual oculto entre ambos en tiempos de dictadura.
La Dirección de Arte dialoga con inteligencia con la iconografía erótica gay sugerida en el texto, utilizando el mundo del catch (cuerpos atléticos, sudorosos y en plena partitura de agarres y trompadas previamente ensayadas) para subrayar capas de tensión narrativa. En paralelo, la puesta en escena construye un juego de espejos narrativos inquietante: por un lado, Lea (Vanesa Maja) ruega clemencia para salvar a su esposo, al coronel Garmendia (Manuel Vicente); en otro rincón del escenario, emerge la célebre escena de Tosca, donde la protagonista implora piedad ante el policía corrupto que decide el destino de su amado.
Este cruce de realidades no es accidental: Garmendia y Lea son reflejos de un mismo destino trágico. Ambos personajes habitan en la penumbra, arrastrados por sentimientos que no pueden exhibir bajo la luz del día. En esa intersección entre lo íntimo y lo público, la obra explora el dilema de quienes deben ocultar su identidad, mientras el teatro, como la ópera, les ofrece un espacio donde su tormento se vuelve visible.
Desde el principio, Dionisi percibió que el universo de Tosca tenía una presencia constante en la obra, una analogía poderosa que se sostenía a lo largo de la narrativa. “Una noche, mientras cenaba con Sebastián Ezcurra, mi productor artístico en otros proyectos, aunque no en Sansón, surgió una idea inesperada. Me recordó cuánto me fascina el catch mexicano, un entusiasmo que nació cuando asistí a una lucha en México y quedé completamente maravillado. Entonces, me lanzó una genial sugerencia: ¿por qué no cantantes líricos vestidos de luchadores de catch? Aquella imagen onírica, exagerada y profundamente teatral me pareció espectacular”, comenta Dionisi.
El humor ácido es otro de los pilares fundamentales de Sansón de las islas, funcionando como un mecanismo de desmontaje del discurso épico oficial. “A los argentinos nos encanta reírnos de nosotros mismos, incluso de nuestras desgracias, de aquello que nos resulta más oscuro o egoísta. Desde el grotesco criollo, el humor ha sido una herramienta para afrontar lo trágico, para desarmarlo y darle una nueva dimensión. Mauricio Kartun habla de una risa satánica y catártica, capaz de permitirnos reír incluso de nuestro propio dolor”, agrega el director.
Esta comicidad arisca y doliente, con su capacidad de revelar la hipocresía, también se refleja en el enfoque actoral de Sansón de las islas. Dionisi enfatiza la importancia del trabajo con los intérpretes como eje de la puesta en escena:
«Para mí, el trabajo con los actores es fundamental. La puesta en escena puede ser una construcción plástica, pero el verdadero desafío está en comprender cómo cada intérprete se acerca a las emociones y la lógica del personaje. A veces, el actor se siente bloqueado o enfrenta dificultades para liberar una emoción; ahí es cuando el director debe observar, dialogar y generar confianza para que puedan salir de su zona de confort y arriesgarse.»
Así, la obra no sólo desmonta discursos oficiales a través de la ironía y la sátira, sino que también convierte la interpretación en una herramienta clave para cuestionar la construcción del heroísmo y la manipulación de las propagandas.

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Actúan: Luciano Castro, Gonzalo Gravano, Vanesa Maja, Manuel Vicente
Cantantes: Constanza Días Falú, Fernando Ursino
Diseño de vestuario: Jorge Lopez
Diseño de escenografía: Cecilia Zuvialde
Música original: Manuel De Olaso
Diseño De Iluminación: Lucia Feijoó
Asesoramiento En Boxeo: Javier Guerrero
Coordinación Talleres De Realización: Guadalupe Borrajo
Coordinación de producción: Juliana Ortiz, Constanza Comune Páez
Coordinación De Vestuario: Camila Ferrín, Laura Parody
Coordinación técnica: Pedro Colavino Grafho
Dirección musical: Manuel De Olaso
Coordinación De Escenario: Julián Castro, Lucas Pulido
Director asistente: Julieta Abriola
Dirección: Emiliano Dionisi






