La oferta escénica colombiana es abundante y demuestra una búsqueda constante por conectar con el espectador

Bogotá.– Colombia se configura como un territorio de contrastes, donde conviven múltiples identidades culturales y étnicas, dando lugar a un entramado social profundamente pluricultural. Esta riqueza se refleja también en el ámbito escénico, donde numerosos colectivos teatrales despliegan sus propuestas tanto en escenarios tradicionales como en salas independientes, espacios emergentes o no convencionales.
Desde mi labor como analista escénico, ha sido particularmente revelador observar cómo ciertas manifestaciones teatrales —especialmente aquellas surgidas desde la experiencia latinoamericana— logran construir universos simbólicos que desafían nuestras formas habituales de entender lo real, transformando lo cotidiano en una experiencia escénica provocadora y reveladora.
La denominación elegida para esta mirada sobre la actividad teatral en Bogotá no surge al azar. Responde a la intensidad del momento actual, en el que el teatro vive un ciclo dinámico, productivo y en permanente movimiento. La oferta escénica bogotana no solo es abundante, sino que demuestra una búsqueda constante por conectar con el espectador a través de lenguajes innovadores y propuestas con identidad propia.
Un ejemplo reciente de este dinamismo fue lo ocurrido en meses pasados, cuando compañías como el Teatro La Candelaria y Tramaluna Teatro ofrecieron funciones que lograron convocar al público en espacios de encuentro significativos. Estos eventos no solo enriquecen la experiencia del espectador, sino que también elevan el nivel de exigencia y excelencia artística dentro del circuito teatral de la capital colombiana.
Este dossier nace como un ejercicio de observación reflexiva, situado entre la experiencia vivencial del espectador activo y el análisis crítico, con la intención de compartir una lectura o mapeo general sobre la creación escénica desarrollada en Bogotá durante los meses de mayo a agosto. Más que una serie de reseñas formales, se trata de una aproximación panorámica a las poéticas, lenguajes, teatralidades y búsquedas escénicas que se presentan tanto en las carteleras oficiales como en espacios alternativos, dentro y fuera de la ciudad.
Desde mi experiencia particular, asumo el papel de lo que podría denominarse un espectador comprometido con el hecho teatral. Esta figura implica asistir regularmente —entre miércoles y domingo— a diversas funciones, abarcando desde montajes infantiles hasta propuestas para público adulto. Esta práctica sostenida me permite ver, en promedio, entre treinta y cuarenta obras mensuales, sin contar manifestaciones de otras disciplinas como la música, la danza, cine o las artes visuales.
Conscientemente, esta frecuencia no responde solo al deseo de acompañar el quehacer escénico, sino también a la necesidad de documentar, comprender y traducir la vitalidad del teatro bogotano, en un contexto de transformación constante. En efecto, la escena capitalina vive un momento de ajustes, búsquedas y redefiniciones, como parte de una respuesta creativa frente a las tensiones culturales, sociales, políticas y económicas que atraviesan el país.
A diferencia de metrópolis con una infraestructura teatral consolidada desde hace siglos —como Nueva York, Londres, Madrid, París, o incluso Caracas, Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires— el teatro en Bogotá continúa construyendo su identidad en medio de desafíos estructurales. No obstante, esta misma condición ha estimulado una producción diversa, valiente y, en muchos casos, innovadora, que da cuenta de nuevas formas de decir, hacer y representar.

En este escenario de transformación, es evidente la irrupción de nuevas generaciones de creadores: jóvenes dramaturgos, actores, titiriteros, escenógrafos, técnicos y directores que, con convicción y energía, están abriendo rutas propias. Proponen discursos que se alejan de los modelos heredados y abordan temáticas antes marginales o ignoradas por las instituciones culturales tradicionales.
Lo que emerge, entonces, no es solo una oferta teatral en crecimiento, sino una tensión creativa sostenida. Una voluntad de romper con antiguos moldes y reimaginar la escena como territorio político, social y estético. Este impulso —aún en proceso de maduración— es, quizás, uno de los signos más alentadores del teatro colombiano contemporáneo.
Uno de los aspectos más significativos del momento actual es el surgimiento de nuevas voces y formas de entender el arte escénico. No se trata únicamente del empuje creativo o de la capacidad de gestión de los jóvenes colectivos, sino de una transformación más profunda en la manera de percibir, interpretar y representar la realidad, tanto a nivel local como en el contexto iberoamericano.
Esta renovación ha sido acompañada por figuras que, desde hace años, sostienen procesos de ruptura y evolución del teatro nacional. Artistas que han asumido el compromiso de llevar esas tensiones al escenario con honestidad y rigor. Estamos ante un cambio activo e inquieto, que no se conforma con narrar lo evidente, sino que busca implicarse con un país que exige ser mirado con atención y apreciación crítica.
El teatro que nace de esta mirada no es complaciente: interpela, sacude, se vuelve vehículo de las tensiones, contradicciones y esperanzas que atraviesan nuestra sociedad. En ese sentido, se configura como un teatro que responde al deseo colectivo de ver representadas en escena nuestras luchas más íntimas y nuestros sueños más urgentes.
Desde luego, este camino no es sencillo y no lo será. Transformar estructuras artísticas y culturales exige perseverancia, pensamiento crítico y compromiso con la creación teatral. Pero, es precisamente en cada intento, en cada obra, en cada decisión escénica, donde se construye el teatro del presente y se anticipa el del futuro. Y aunque hablamos de un teatro colombiano, lo que se percibe es también una resonancia más amplia: una mirada que dialoga con lo latinoamericano, lo caribeño, lo global, sin perder su raíz crítica ni su autenticidad.
El cambio en el teatro no es una línea recta. Es una red de apuestas, un territorio de riesgos compartidos donde cada creador aporta su visión y sus preguntas. Es un espacio colectivo que demuestra —desde las tablas— que la palabra, la imagen y la acción siguen siendo herramientas poderosas para interpelar este siglo XXI aún incierto.
Esta reflexión nos conduce a unas preguntas puntuales:
¿Qué está ocurriendo hoy en la escena teatral de Bogotá? ¿Qué colectivos están rompiendo con las fórmulas habituales? ¿Qué autores —clásicos, contemporáneos, nacionales o extranjeros— están siendo llevados a escena, y qué discursos proponen? ¿Quiénes son los directores detrás de estas propuestas? ¿Qué lenguajes escénicos están explorando? ¿Cómo se configuran los elencos y qué diálogo generan con sus públicos? ¿Qué respuesta reciben de los distintos segmentos de audiencia? ¿Qué estrategias usan para visibilizar su trabajo en un medio cada vez más competitivo? Y, finalmente, me pregunto: ¿Por qué solo algunos grupos acceden a los apoyos estatales mientras otros quedan sistemáticamente excluidos?
Estas interrogantes no buscan respuestas inmediatas, sino abrir un diálogo crítico sobre el estado del teatro en Bogotá: lo que se produce, lo que se visibiliza, lo que se margina y, sobre todo, lo que se sueña desde las tablas colombianas.
Aparecen múltiples interrogantes cuando se observa con atención el presente escénico. Es inevitable preguntarse si lo que hoy entendemos como dinámica teatral responde a un proceso continuo y sólido, o si se trata más bien de fluctuaciones: altibajos, momentos de lucidez artística y otros marcados por lo coyuntural, que obedecen a ciclos específicos.
Entonces, ¿estamos ante un teatro que refleja una auténtica pulsión de renovación y expresión crítica, o simplemente frente a un juego de fuerzas entre oferta y demanda, donde prima lo inmediato y lo rentable?
Esta tensión se percibe con claridad al revisar la programación vigente de la ciudad de Bogotá. Por un lado, hay propuestas que demuestran rigor, creatividad y compromiso con el oficio. Por otro lado, ciertas producciones parecen responder a lógicas comerciales o a la necesidad de repetir fórmulas que han funcionado en temporadas anteriores.

En cualquier caso, el panorama teatral bogotano opera como un termómetro. Mide no sólo el estado del arte, sino también el nivel de presión de una escena que busca afirmarse, sin ceder ante la fragmentación o el desgaste creativo.
Entonces, ¿cuál es realmente la oferta cultural que tenemos en la ciudad? Observar la escena actual exige más que una lectura superficial de la cartelera. Implica analizar qué se exhibe, en qué espacios, con qué discursos, y desde qué lugar se interpela al espectador.
A seis meses de que se acabe el año 2025, la programación muestra una tendencia clara: reposiciones de éxitos recientes, estrenos que oscilan entre el teatro de investigación y la propuesta comercial ligera, y, en medio de todo, la emergencia de obras que intentan abrir brechas. Propuestas que apelan a espectadores deseosos de algo más que entretenimiento: una experiencia estética, una reflexión crítica, un contacto más profundo con la teatralidad capitalina.
Bogotá continúa siendo un epicentro escénico vibrante, aunque no exento de contradicciones. La pregunta sigue abierta: ¿Estamos viviendo un momento de verdadero auge teatral o simplemente una nueva etapa cíclica como tantas en el pasado? La respuesta está, como siempre, en el hacer constante, en el riesgo que asumen los creadores, y en la mirada crítica que construimos como espectadores.
Visualicemos el Panorama Teatral Actual en Bogotá
La cartelera teatral bogotana, durante los meses de mayo, junio, julio y agosto de 2025, despliega un abanico vibrante de propuestas que van desde la creación colectiva y simbólica hasta el teatro testimonial, íntimo, político y experimental. En sus múltiples formatos —dramáticos, clownescos, performáticos, poéticos, documentales, familiares y festivos— se percibe no solo una notable vitalidad creativa, sino también una necesidad común: nombrar lo no dicho, recordar lo silenciado, confrontar lo ausente.
En este ejercicio de observación, resulta necesario destacar a una serie de creadores y directores que actualmente están dejando huella en la escena bogotana. Sus propuestas, marcadas por diversas estéticas, metodologías y lenguajes, han contribuido a revitalizar y complejizar el panorama escénico local. Cada uno, desde su singularidad, propone nuevas formas de narrar, mirar y vivir el teatro, ensanchando los límites de lo escénico y generando preguntas profundas sobre el presente.
La siguiente selección de obras teatrales colombianas ofrece un amplio panorama de la creación escénica contemporánea, estructurada en ejes temáticos que revelan la riqueza, la diversidad y la profundidad del teatro nacional.
Desde los rituales de la memoria colectiva hasta las propuestas inmersivas y la literatura infantil, cada segmento invita al espectador a sumergirse en experiencias que oscilan entre la denuncia social, la intimidad del trauma, el humor agudo y la poética del cuerpo.
Memoria colectiva y Ritual escénico

Nayra (La Memoria) del Teatro La Candelaria, dirigida por Santiago García (+) y codirigida por Patricia Ariza, reafirma la línea de teatro poético, simbólico y político que ha caracterizado a esta agrupación. La pieza es un viaje onírico que conecta con el inconsciente colectivo a través del despojo, la salud y la muerte.
Labio de Liebre dirigida por Fabio Rubiano para Teatro Petra. Obra que confronta la violencia, la impunidad y la memoria en Colombia a través de una dramaturgia aguda e irreverente, donde el humor negro y la crítica social se entrelazan en un poderoso acto de reflexión colectiva.
Guadalupe años sin cuenta, dirigida por Patricia Ariza para Tramaluna Teatro, sigue explorando las fracturas históricas de Colombia a partir del relato de las guerrillas del Llano.
Gilaldo Sampos – La familia Pascual Duarte dirigida por Rodrigo Rodríguez para Ditirambo Teatro. Inspirada en la novela del Premio Nobel español Camilo José Cela, esta versión criolla traslada la tragedia de Pascual Duarte a los campos de Santander, narrando la historia de un hombre marcado por la miseria, el maltrato y la imposibilidad del amor.
Mina-Mata dirigida por Juan Carlos Moyano, producida por Teatro Tierra, basada en el texto de Gilberto Martínez, construye una metáfora ritual sobre el agua, el territorio y la resistencia, evocando las luchas ancestrales y actuales por la vida y el entorno.
Goranchacha: El hijo del sol dirigida por Venus Albeiro Silva y César Grande Landino presentada por la Fundación Tchyminigagua y producida por el Teatro Mayor, combina mito y música en un relato originario que, desde la tradición muisca, se convierte en una crítica simbólica a la figura del dictador y al abuso de poder.
Kabiosile para el gallo dirigida por Juan Ernesto Alfonso, producida por Koturno Teatro. Versión contemporánea y apasionada de Réquiem por Yarini, que humaniza al mítico chulo cubano Alberto Yarini, figura emblemática de la Habana republicana de 1910. Tragedia criolla que mezcla mito, sensualidad y destino.

La Sombra y la Luna dirigida por Críspulo Torres Bombiela,produccióndel Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y del Teatro Tecal, con más de cuatro décadas de historia, mezcla música, danza y teatro para recuperar los mitos urbanos de La Candelaria desde una mirada feminista.
Este conjunto de obras, se articula en torno a la evocación del pasado y las heridas históricas que aún laten en el cuerpo social. A través de mitos, alegorías, testimonios y metáforas rituales, se construye una escena que transforma el dolor en lenguaje, resistencia y reflexión.
Familia, cuerpos + Dolor

Aquí, el teatro se convierte en espacio íntimo y catártico donde las relaciones familiares, el cuerpo herido y la memoria fragmentada emergen como ejes narrativos. Las obras dialogan con el duelo, la enfermedad, el deseo y la identidad desde una estética que va de lo lírico a lo visceral.
Obras como El lugar del otro. Dirigida por Johan Velandia, producida por La Congregación Teatro. Drama íntimo sobre la identidad y el desarraigo.
El Vuelo de Leonor. Dirigida por Carolina Vivas Ferreira producida por Umbral Teatro. Novela escénica entre lo narrativo y lo teatral.
El Malentendido. Dirigida por Juan Bilis producida por La Puerta Abierta. Camus en clave andina: el páramo, el abandono y la tragedia.
El Padre escrita por Florian Zeller. Dirigida por Klych López, se suma a esta línea con una potente exploración sobre la demencia, la percepción y la pérdida de la identidad.
Diciembre. Dirigida por Juan Bilis, producida por el Teatro Nacional, Oblivio Teatro y la Yellow Factory. Narración teatral del duelo y la reconstrucción familiar.
El beso imposible. Dirigida por Carlos Moisés Ballesteros, producida por el Teatro Estudio 87. Fragmentos del deseo y la memoria corporal.
Él, Eso y Ella. Dirigida por Juan Carlos Yela, producida por el Gimnasio Actoral y Sin grupo Clown. Tres voces, tres cuerpos, tres heridas.
No me gusta el parqués. Dirigida por Valentina Bernal, producida por Teatro de los Inquilinos. El juego como espacio de dolor y revelación.
Obsesión. Dirigida por Sebastián Ramírez, producida por Teatro Tosco. Un descenso psicológico en el deseo y la pérdida.
Estructura del Vértigo. Dirigida por Victoria Páez Doria, producida por la Compañía A Fuego Teatro. Fragmentación, cuerpo y memoria en escena.
Fractura o la Cartografía del Dolor. Dirigida por Quimbaru, producida por Epidemia Teatro. En una Bogotá distópica, donde la violencia consume todo, tres hermanos trazan su venganza entre los escombros de una ciudad rota.
Cruzada para dos. Dirigida por Juan Fernando Cáceres, producida por Teatro en Estudio. Cuerpo y religión entrelazados en una road play emocional.

Bastardos. Dirigida por Martha Márquez, producida por The Glow Show Producciones. Con humor negro, atraviesa el trauma y la herencia emocional de la ausencia paterna.
Este bloque revela propuestas que piensan el trauma no desde la victimización, sino desde la pregunta estética y la potencia simbólica. Todas estas producciones abordan el universo íntimo y desgarrador de las relaciones familiares y los traumas heredados, interpelando desde lenguajes diversos como el drama.
Critica social y Denuncia

Este conjunto de piezas hace del teatro un espacio de confrontación y conciencia. Con mirada crítica y estética diversa, las obras denuncian injusticias, cuestionan estructuras de poder y exponen realidades silenciadas desde una dramaturgia comprometida.
Obras como El Monte Calvo. Dirigida por Carlos Soto, producida por Teatro Estudio, mantiene su vigencia con una estética renovada que combina origami, poesía y sátira política.
La Secreta Obscenidad de cada Día. Dirigida por Carlos Mejía y Dubián Gallego, producida por Polymnia Teatro. Marco Antonio de la Parra es revisitado en clave de vigilancia y poder.
Elegía o Del abandono. Dirigida por Ernesto Ramírez, producida por el Teatro Experimental Fontibón (TEF). Testimonio poético donde convergen dos tragedias colombianas.
Hasta que deje de llover. Dirigida por SanJuan, producida por La Diva Teatral. Rocío se adentra en un universo onírico habitado por niños perdidos, donde el abandono y la esperanza conviven en clave simbólica.
Las Criadas. Dirigida por Luis Ortegón para la Universidad Distrital – ASAB. Dos hermanas sirvientas representan rituales delirantes que revelan su deseo de matar a su patrona, es una crítica a las jerarquías sociales.
¿Con quién putas me acosté? Dirigida por Cristian Payares, producida por Guindaleta Producciones. Tres mujeres, se volverán aliadas contra la discriminación, la desigualdad de género y el abuso sexual.
Escenas para un diario. Dirigida por Daniel Galeano, producida por Barraca Teatro. Una mirada desgarradora al abandono estatal frente al VIH en los años 80, contada desde cuerpos vulnerables y resistencias cotidianas.
Muerte, resurrección y muerte. Dirigida por Raúl Cortés. Coproducción de La Periférica (España) y del Teatro Experimental Fontibón (TEF). Crítica a la ciega burocracia y la pretensión de justicia que, en su formalidad, solo se convierte en una tragicomedia de poder, donde el hombre crea un sistema que, en su afán de ordenar el caos, termina atrapado en su propia farsa.
Los deseos de Lisístrata. Dirigida por Juan Carlos Moyano, producida por Teatro Tierra. Obra, inspirada en Lisístrata de Aristófanes, no es una adaptación, sino una invención teatral con una mirada crítica, se aborda la lucha femenina contra la guerra y el patriarcado, temas que siguen siendo relevantes en el siglo XXI.
La Sociedad de los Pinos. Dirigida por Felipe Castañeda, producida por Tonos Colectivo de Creación.En el edificio La Sociedad de los Pinos, una inundación deja atrapados a sus residentes, obligándolos a enfrentar los secretos que ocultan tras sus aparentes vidas perfectas.
El Ensayo. Dirigida y escrita por Johan Velandia para La Congregación Teatro. La venganza es una respuesta a las injusticias sociales, políticas y personales: es un acto que trasciende el tiempo, la edad y las heridas, siempre presente como una posibilidad de redención.

Los Cerezos. Dirigida por Fabián Castellanos para el Stroganoff Teatro, se suma a las obras que hacen de la escena un espacio de denuncia, esta vez contra los feminicidios.
Este segmento reúne piezas que exponen, con lucidez y contundencia, las violencias estructurales y las fracturas éticas de la sociedad actual. Desde la sátira política hasta el testimonio poético, el teatro aquí funciona como denuncia, archivo vivo y llamado a la conciencia colectiva.
Humor + Clown

Todas estas propuestas escénicas que integran este bloque hacen uso del clown, la comedia y lo festivo para revisar con ironía y ternura las costumbres y ficciones de una sociedad.
Obras como Quince primaveras. Dirigida por Diego García Morales, producida por Átomos Teatro. En su esperada fiesta de quince años, Lucía se enfrenta a un torbellino de caos y carcajadas provocado por su extravagante familia.
Mucho Animal. Dirigida por César Betancur, producida por La Tropa. Robinson Díaz y Alberto Barrero protagonizan esta comedia salvaje sobre los instintos humanos.
Tartufo. Dirigida por Ricardo Camacho, producida por Teatro Libre Chapinero. Comedia clásica que retrata la hipocresía y el fanatismo disfrazado de virtud.
Varieté Atómico. Dirigida por Diego García Morales, producida por Átomos Teatro. Una nueva generación de payasos irrumpe con fuerza en el escenario.
El Traductor. Dirigida Primo Rojas, producida por Casa E Borrero. Una pieza entre el absurdo y lo político, con humor filoso.
El Álbum.Dirigida por Javier Riveros Diago, producida por La Troupe – Colectivo Teatro. Obra en clave clown que confronta aquello que resulta inevitable para el ser humano: la vejez.
El que se quedó, se quedó. Dirigida por Don Diego, producida por Átomos Teatro. Cuatro payasos de vacaciones viven situaciones cómicas y absurdas en un ambiente veraniego.
Y me enamoré de él. Dirigida por Daniel Galeano, producida por Barraca Teatro. Un joven mesero y un militar retirado se conocen por azar, y entre ellos nace un amor inesperado que transformará sus vidas.

Exit. Dirigida por Ana María Sánchez, producida por Teatro Nacional. Comedia festiva y tragicómica.
Estas piezas incluidas en este segmento utilizan la risa como mecanismo de crítica, celebración o evasión. Desde la comedia clásica hasta el humor absurdo, se despliega un repertorio escénico que canaliza el juego y el ingenio sin perder profundidad.
Teatro expandido/inmersivo
Este segmento presenta propuestas que rompen con la frontalidad escénica tradicional. A través de lenguajes sensoriales, instalaciones o experiencias participativas, el espectador se convierte en parte activa de relatos que desafían los límites de la ficción.

Obras como Mayo. Dirigida por Carlos del Castillo, producida por Casa E Borrero. Es una travesía emocional y sensorial protagonizada por una mujer que, entre música, recuerdos y confesiones, invoca la memoria femenina silenciada por siglos.
Ómnibus. Dirigida por Óscar Barbosa para La Santa Acción. La amistad desde una perspectiva urbana y contemporánea.
Yacarta. Dirigida por Óscar Barbosa, producida por La Santa Acción. Propuesta escénica que construye relatos donde se desdibujan los límites entre la ficción y la realidad, invitando al espectador a cuestionar su percepción y participación en la narrativa.
Al otro lado. Dirigida por Jorge y Angélica Acuña, producida por Alquimia Escénica –Teatro Occidente. Obra de teatro físico que explora la repetición como elemento dramático, centrada en el concepto de bucle y la rutina que atrapa a los individuos en un ciclo de acciones constantes.

Antecitos del Memento Mori. Dirigida por Rodrigo Rodríguez, producida por Ditirambo Teatro proponen una experiencia inmersiva donde el espectador se convierte en viajero de historias simultáneas, en una casa convertida en escenario.
Estas propuestas desafían la forma tradicional de la escena, invitando al espectador a una experiencia sensorial, interactiva o interdisciplinar. El cuerpo del público se incorpora al relato, y la frontera entre realidad y ficción se vuelve difusa y provocadora.
Literatura + Teatro infantil

Aquí convergen adaptaciones literarias y creaciones para las infancias. Con sensibilidad y creatividad, estas obras construyen universos poéticos que celebran la imaginación, el juego y el descubrimiento, tanto para niñas y niños como para adultos acompañantes.
Obras como El Principito dirigida por Biassini Segura y Víctor Tarazona. Esta adaptación libre del clásico de Antoine de Saint-Exupéry. Antonio, un adulto atrapado en los residuos de un trauma infantil, reencuentra en el Principito no sólo un amigo interestelar, sino un espejo de su infancia frustrada y de su deseo silenciado.
Lágrima de Agua Dulce. Dirigida por Camilo Casadiego. Texto de Jaime Chabaud y producida por Otium Teatro. El poder curativo de una niña en medio de la sequía emocional del mundo.
Navegante de Papel.Dirigida por Natalia Duque y Jorge Libreros, producida por Jabrú Teatro de Títeres (Medellín). Poesía visual para los más pequeños.
Macondo, el cuento que se llevó el viento. Dirigida por Julio Cordero, producida por el Teatro Comunidad. Títeres y realismo mágico reinventado.
Pombo en la Ciudad. Dirigida por Juan Pablo Gómez, producida por Alma Producciones. Relectura urbana de la poesía infantil colombiana.
Tres Cerditos. Dirigida por Ciro Gómez, producida por la Agrupación Hilos Mágicos. Clásico contado desde el juego y el títere.
Rafael y su viejo baúl. Dirigida por Lukas Mahecha, producida por la Compañía Dantexco. Un homenaje escénico al universo del escritor colombiano Rafael Pombo.
Peter Pan: el poder de la amistad. Dirigida por Fredy Torres, producida por la Compañía COARTE. Amistad y fantasía en clave contemporánea.
La ciudad de la hermandad gatuna. Producida por la Unión Creaselva Teatro. Aventura felina y ecológica.
El Libro Mágico de Sofi. Dirigida por Daniel Botero, producida por Teatro Charlot. Únete a Sofi y a su amigo imaginario, Mate, en una aventura llena de magia y enseñanzas, mientras buscan las Letras Perdidas del Libro Mágico Dorado.

Clownti. Dirigida por Natalia Duque y Jorge Libreros, producida por Jabrú Teatro de Títeres (Medellín). Obra que fusiona el arte del clown y el teatro de títeres. Pieza que habla de la soledad, de los sueños, del amor, de la familia, de los recuerdos y de la amistad.
La dramaturgia para las infancias y la adaptación de textos literarios, se dan cita en este segmento que exalta la imaginación, la poesía y el juego. A través de títeres, narrativas simbólicas y relecturas de clásicos, estas obras forman puentes entre generaciones y sensibilidades.
Performances y formatos híbridos

Espectáculos como Exhuma Hominis por Anjah Ki Hai, producido por Teatro La Conspiración. Plantea una arqueología corporal que desentierra memorias ocultas en el cuerpo, transformando el espacio performativo en testigo de una justicia poética encarnada.
Muerta de Amor. Dirigida por Manuel Liñán, producida por Manuel Liñán & Compañía (España). Flamenco queer y memoria de género. Propuesta que irrumpe con fuerza al mezclar flamenco tradicional con expresiones de género disidente, convirtiendo la danza en acto de resistencia y afirmación política.
Cola de Pez. Dirigida por Javier Lara (España). Teatro testimonial, recurre al minimalismo escénico para construir un testimonio poético que trasciende lo anecdótico y se instala en la conciencia del espectador.
Testosterona. Dirigida por Lorena Vega y Cristian Alarcón (Argentina). Masculinidades e infancia, documental y performance: una obra que conjuga narrativa íntima, archivo y cuerpo en escena, explorando los vínculos entre biografía, memoria y violencia estructural.
La Coronación de Popea. Dirigida por Pedro Salazar en coproducción con el Teatro Mayor, la Compañía Estable y Le Poème Harmonique (Francia). Ópera barroca como espectáculo político y estético.
La Cuina de Rossini basado en la producción del Gran Teatre del Liceu de Barcelona,bajo la dirección de escenade David Selvas y la dirección musical de Andreu Gallé con la participación de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Un viaje de amistad y de descubrimiento para adentrarte en un mundo fascinante sobre la vida y la obra del gran genio musical italiano.

La presencia de obras internacionales como Muerta de Amor (España) de Manuel Liñán, Cola de Pez de Javier Lara (España) y Testosterona de Lorena Vega y Cristian Alarcón (Argentina), revela una escena bogotana cada vez más permeable a las nuevas dramaturgias de la escena iberoamericana.
En este sentido, la escena bogotana no sólo se diversifica, sino que se internacionaliza teatralmente, acogiendo propuestas que dialogan con las luchas contemporáneas desde una sensibilidad estética arriesgada y necesaria. Esta apertura no implica una pérdida de identidad local, sino un encuentro prolífico entre poéticas que resuenan con fuerza en el presente latinoamericano.
Festivales

La revolución teatral bogotana se ve potenciada por espacios como el Buena Onda Festival Internacional de Improvisación Teatral. Velada que celebra la improvisación como laboratorio escénico internacional, con la participación de destacados artistas como Romina Coccio (Argentina) y Daniel Orrantia (Colombia), promoviendo el intercambio creativo y la espontaneidad teatral
El Festival Itinerante de Teatro de Calle – FITEC 2025
Organizado por el Colectivo Cultural Kitzune con apoyo de Más Cultura Local, este festival promueve el teatro callejero, la circulación teatral barrial y el arte en el espacio público en Suba-Bogotá, acercando las artes escénicas a la comunidad local.
El Festival Internacional de Performance EXTRA: Encuentro Binacional Colombia – México. Espacio que rompe límites y desafía convenciones. Artistas de Colombia y México se dan cita en un poderoso encuentro para explorar el cuerpo, la acción y la resistencia a través del performance que traspasa fronteras.
Teatro Sin Fronteras. Celebra el encuentro de voces, cuerpos y territorios en escena, fortaleciendo las redes teatrales de la Media Colombia. En el marco del festival, también se realizó un conversatorio sobre el Plan Nacional de Teatro, que tendrá lugar en Acacias-Meta, espacio clave para el diálogo y la construcción colectiva del teatro en Colombia.
III Festival de Teatro Íntimo. Organizado por la Compañía Nacional de las Artes (CNA), esta festividad celebra el teatro de pequeño formato, ofreciendo propuestas cercanas y experimentales que invitan a una experiencia escénica más directa y personal.
XV Festival de Monólogos. Organizadoen el Teatro García Márquez celebra una década y media de teatro unipersonal, reuniendo a voces consagradas y emergentes en una programación diversa e impactante.
XX Festival de Teatro y Circo de Bogotá. Celebración escénica que reúne a compañías emergentes y consolidadas, convirtiéndose en un espacio para la diversidad creativa entre el teatro y el circo, fortaleciendo la escena cultural de la capital colombiana.
Encuentros y congresos académicos

Conversatorio con el Teatro La Candelaria y sus 59 años: de resistencia, compromiso social y creación colectiva. Desde su fundación en el año 1966, el Teatro La Candelaria ha sido mucho más que un espacio escénico; es un símbolo de la creatividad, la resistencia y la transformación del teatro colombiano y latinoamericano.
Santiago García (1928–2020), uno de sus pilares fundamentales, dedicó más de medio siglo a explorar y reinventar las formas de hacer teatro en Colombia. Esta agrupación se consolidó como un referente del Nuevo Teatro Colombiano, caracterizado por su enfoque en la creación colectiva, la investigación teatral y la producción de obras de dramaturgia propia. A lo largo de su historia, ha abordado temas de la realidad nacional, despertando el interés masivo por sus obras y obteniendo numerosos premios y reconocimientos internacionales.
El Teatro La Candelaria, con sus 59 años de historia, su persistencia estética y su compromiso ético, es la prueba viva de que el arte aún puede ser un acto de valentía. No sólo por lo que representa, sino por lo que sigue haciendo día a día: transformar, interrogar, imaginar. En medio de la oscuridad, el teatro sigue siendo luz. Y este grupo, es uno de los focos más firmes que existen en el país.
Desde mi punto de vista animo a los lectores/espectadores a acercarse a las funciones, apoyar a las agrupaciones independientes, participar en talleres y debates culturales. Solo fortaleciendo estos espacios podemos asegurar que el teatro siga siendo una trinchera viva, una luz que ilumine los caminos posibles de un futuro más justo y humano.
Plan Nacional de Teatro 2025-2035 Voces que cobran vida. Jornada de Socialización. Acacias –Meta. Busca trazar el futuro del teatro en Colombia, promoviendo un espacio de intercambio entre artistas y gestores culturales. Bajo el lema «Voces que Cobran Vida», la jornada en Acacias invita a los participantes a reflexionar y aportar ideas para fortalecer y diversificar el teatro nacional en la próxima década. Un encuentro vital para la construcción colectiva de un nuevo horizonte teatral.

Punto Cadeneta Punto VI – Encuentro Iberoamericano de Dramaturgia. Organizado por Carolina Vivas y Umbral Teatro. Este espacio de formación y creación dramatúrgica de alto nivel contará con la participación de destacados maestros y maestras de Iberoamérica:
Alemania
Roland Schimmelpfennig
Argentina
Ana Alvarado
Giuliana Kiers
Cataluña (España)
Albert Tola
España
Rodrigo García Olza
Jéssica Martínez
Raúl Cortés
México
Luis de Tavira
Puerto Rico
Silvia Boffil.
Este encuentro propone no sólo talleres, lecturas dramatizadas, conversatorios y mesas redondas, sino también un diálogo activo entre poéticas escénicas diversas, facilitando la expansión del pensamiento dramatúrgico en América Latina y fomentando redes de creación, reflexión e intercambio entre creadores y autores del continente.
Lecturas desde el Muelle: Joyas del Teatro Colombiano del Siglo XX. Iniciativa de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño – FUGA que propone la recuperación escénica y pública de obras emblemáticas del teatro colombiano del siglo XX, reactivando su valor histórico y cultural en el presente.
VIII Congreso Nacional de Teatro. Organizado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia, se realizará del 16 al 18 de agosto de 2025 en El Carmen de Viboral, con el objetivo de realizar un diagnóstico nacional del sector teatral y fortalecer su desarrollo en Colombia.
XIV Congreso Internacional: el cuerpo en el siglo XXI.Organizado por la Facultad de Artes ASAB de la Universidad Distrital, este espacio aborda el cuerpo y la corporalidad desde perspectivas latinoamericanas. Con el apoyo de la UNAM y la Universidad Michoacana de México, promueve el diálogo interdisciplinario sobre el cuerpo como eje de reflexión artística, política y social en el siglo XXI.
Todos estos eventos apuestan por lo colaborativo, lo transfronterizo y lo arriesgado, evidencian que el teatro en Bogotá no sólo resiste, sino que se reinventa continuamente. Cada función, cada estreno y cada encuentro se vuelve una oportunidad para reconocer el compromiso de artistas que, desde distintos márgenes, están sosteniendo y transformando el quehacer teatral colombiano.

© 2025.
En los últimos seis meses que van del año, la escena escénica bogotana ha dado señales de un dinamismo alentador y diversidad. Se percibe una mayor audacia en las propuestas, un pulso creativo más firme y una búsqueda estética más consciente. Hay un deseo profundo de decir algo, de experimentar y construir sentido desde el escenario.
Esta transformación no pasa desapercibida: el público la percibe, la valora y la agradece. También lo hacen muchos directores, actores, gestores y productores que comienzan a notar que algo se está moviendo, que algo se está produciendo más allá de la rutina teatral.
Si se realizará un mapeo de los creadores, compañías, críticos y proyectos escénicos en todo el país —y si todos contarán con un respaldo equitativo por parte del Estado y del sector privado, sin privilegios selectivos— el alcance de esta vitalidad sería aún mayor. La escena nacional crecería no solo en volumen, sino también en calidad, diversidad, teatralidad y profundidad.
Este momento no sólo habla de la resistencia creativa de los grupos independientes, institucionales y alternativos de Bogotá. Revela, además, un teatro profundamente comprometido con su tiempo. Ya sea desde el lenguaje simbólico, el testimonio personal o la sátira social, las obras actuales dialogan con los fantasmas de la memoria, se atreven a reírse del sistema y siguen buscando maneras de decir lo indecible en la escena.
Sin embargo, el reto persiste: lograr mayor visibilidad, garantizar apoyo sostenido del Estado y asegurar un acceso equitativo a los recursos. El teatro bogotano no necesita únicamente sobrevivir, sino prosperar con dignidad como parte esencial del relato cultural del país.
Reconstruir el presente desde la memoria no es tarea sencilla. Tampoco lo es ejercer un panorama escénico que trascienda lo anecdótico y se atreva a ver el teatro como un fenómeno cultural que merece ser preservado desde la palabra escrita. Lo que no se documenta, se disuelve en el olvido. Y en un arte tan efímero como el teatro, escribir sobre lo visto se convierte en un acto de resistencia frente al paso del tiempo.
Por eso, sostengo con firmeza que la crítica teatral no puede ser descartada ni reducida a comentarios promocionales. Su función es dejar constancia, ofrecer perspectiva y construir una memoria que no se base solo en el afecto, sino de la misma manera en la observación lúcida. La crítica debe inscribirse en la historia del teatro. Aunque incomode, aunque sea evitada, forma parte del legado teatral colombiano.
Lo que aquí comparto no pretende ser una revisión exhaustiva. Es apenas una cartografía fragmentaria de la escena bogotana entre mayo y agosto: una mirada personal, moldeada por mi experiencia como espectador constante y crítico en tránsito por esta ciudad.
Es así como Bogotá ofrece una pluralidad cultural asombrosa: cine, teatro, música, artes plásticas, literatura, ferias y festivales. Un entramado de propuestas que merece ser seguido de cerca y consultado con regularidad, especialmente si se quiere planear una agenda teatral desde miércoles a fines de semana.
En este contexto, resulta urgente que los extintos y los pocos críticos existentes de teatro en Bogotá asuman de nuevo su responsabilidad cultural y social. No basta con reseñar lo que ocurre en escena: hace falta un compromiso con la comprensión estética, una disposición a unir emoción e intelecto, y una conciencia clara de que, al escribir, se interviene no solo en el presente, sino también en los relatos del futuro.
Y así llego a una a la última pregunta inevitable:
¿Qué papel tiene el crítico teatral en este momento de cambio?
No tengo una única respuesta, pero sí una certeza: el teatro contemporáneo bogotano —con sus aciertos y desaciertos— refleja la sensibilidad y las tensiones del tiempo que vivimos. Tal vez no se trate sólo de interpretar, sino también de aprender a oír. Y, en esa voz, usted también tiene algo que decir.
La valoración final, querido lector y espectador, está en sus manos a la hora de definir un Panorama Teatral lleno de diversidad, memoria y riesgo escénico como el que tiene la ciudad de Bogotá.






