¿Qué está pasando en la escena teatral dominicana?

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La Abuela del Escorpión (2024). Dirección: Manuel Chapuseaux. Foto: Mariano Hernández.

Santo Domingo. – República Dominicana, es un país muy particular, palpitante en tanto pluricultural y pluriétnica; hay una diversidad de colectivos que, en su quehacer se ven promovidos en las marquesinas de teatros y salas no convencionales. Dentro del oficio del ver y comentar como crítico y espectador teatral, me resulta a veces una exultante experiencia el poder confrontar como la escena artística teatral dominicana es capaz de generar discursos dramáticos y puestas en escena capaces de reinterpretar eso que asumimos como realidad. 

El título de este panorama escénico dominicano no es nada fortuito, ya que están pasando muchas cosas en el quehacer teatral programado y exhibido en buena parte de las salas y teatros de Santo Domingo y en otras ciudades del país. Tan solo este pasado fin de semana en los espacios del Teatro Nacional Eduardo Brito o a la Casa de Teatro que han organizado muestras escénicas a fin de que el público disfrute de buenas opciones ya es un buen ejemplo de lo anterior, siendo una gran ganancia en calidad para la escena.

Intentaré con este escrito expresar mi punto de vista con un análisis (práctico-crítico), haciendo énfasis en la creación escénica dominicana en lo que va de año, es decir, hablaré y me referiré al quehacer escénico, a sus teatralidades y poéticas. Aclaro que no son críticas en su sentido convencional, sino un inventario muy general de lo visto y presentado en las salas y teatros de la capital y fuera de ella. 

En mi caso particular, por ejemplo, autodenominarme como un “espectador especializado en teatro” me exige de jueves a domingo asistir a un mínimo de tres a cinco obras que van desde el teatro infantil al adulto, las cuales, si contabilizo al mes, pueden superar el un total mínimo de quince propuestas; excluyo los espectáculos de música y danza.

Para dejar constancia del esfuerzo con un nivel de responsabilidad y una visual lo más asertiva posible, es necesario destacar que la situación del teatro dominicano en su conjunto es de cambios constantes. Cambios porque busca estructurar nuevas respuestas creativas a la realidad sociocultural, política y económica que transversa a un país que, aun no contando con una larga tradición escénica equiparable al orbe anglosajón o europeo, es decir, con otros centros que producen y consumen teatro desde hace siglos o con lo que se exhibe con capacidad de producción (dramática y espectacular) visible en las grandes capitales como Caracas, Ciudad de México, Sao Paulo, Buenos Aires o Bogotá, se propone y enfrenta enormes retos, interesantes búsquedas y novedosos planteamientos estéticos en su accidentado transitar.

La Pulpería (2024). Dirección: Gabriela Rufino y Fernando Bruno. Foto: Mario Grullón.

Hay signos positivos de audacia, tanto en lo que se entiende como la mirada crítica de una creciente marea de jóvenes actores, dramaturgos, titiriteros, críticos, directores, diseñadores, técnicos y agrupaciones que desde hace décadas han irrumpido con enérgica sinergia para buscar sus propias trincheras creativas y de exponer con firmeza que, en República Dominicana si se están dando anémicos estallidos a los antiguos paradigmas, de conformar nuevos temas como asuntos que antes eran parte del ámbito teatral o minimizado por las propias instituciones de poder cultural.

Un cambio que se ha venido demostrando no solo con el surgir y empoderamiento gerencial o creativo que muestran nuevos nombres, colectivos o distintas formas de aprehender y descodificar la “realidad” nacional sino la latinoamericana, con el empeño y la persistencia de esas personalidades que han vivido presentes los síntomas de las rupturas y los cambios, casualidad que han comprendido su papel de hablarlas a través de propuestas o bien, representarlas con seriedad sobre la escena.

Es el cambio que se sabe inquieto; el cambio que busca comprometerse día a día con un país que no puede ser mirado con ojos pasivos ni conformistas sino como una sociedad más democrática y abierta a estar presente con sus angustias, sus inquietudes, sus sueños, sus frustraciones, sus empeños y, sobre todo, con sus esperanzas. Estas expectativas son el cambio que todos los dominicanos esperan ver como respuestas hechas teatro. Para ser concreto: evaluó un teatro dominicano insuflado de auténtica capacidad de hablar sin disimulos de sus anhelos. Claro, el camino no será fácil, pero ¿quién dijo que lo sería?

En cada lucha librada se crea una base para edificar el cambio; con cada batalla se vislumbra el camino de otras interrogantes y esas nuevas respuestas harán que prevalezca un teatro más dominicano, más auténtico y más crítico. El cambio del teatro nacional no es una vía unidireccional, sino una diversidad de riesgos donde todos suman sus esfuerzos para que las tablas expresen que acá en esta tierra de Duarte, la palabra, la imagen como la acción tiene mucho que seguir aportando a este reciente s. XXI.

Terror (2024). Dirección: Ramón Santana. Foto: Apoloniuss Producciones.

Pero, ¿dónde está el Estado en todo esto? No es secreto para nadie que, el Gobierno de turno y el Ministerio de Cultura se olvidan de la mayoría de los votantes a los que se deben, para esforzarse en lo que supone les proyecta la gestión. ¿Hay algún programa importante implementado que impacte, difunda y promueva la cultura dominicana, más allá de las vitrinas y anuncios publicitarios? 

¡No!  Hay intenciones en ese sentido, claro, pero muy pobres y gracias a la voluntad de algún decisor burócrata que se considera iluminado, no como parte de un programa estratégico a largo plazo que apunte a reforzar los valores nacionales.  Más que los deseos de servicio del decisor, lo que se nota es el interés en promover su obra e individualidad, convirtiendo el cargo en una plataforma de proyección personal: es la burocracia narcisista en pos del elogio, que olvida el bienestar de las mayorías.

Ni hablar de la mezcla prepotente de soberbia y adulancia que caracteriza a algunos altos funcionarios, incluyendo a la actual ministra: repiten hasta el aburrimiento las consignas oficiales convirtiéndolas en un discurso fatuo, mientras a la vez se creen los elegidos para pontificar sobre lo que se debe hacer y lo que no en materia cultural, mientras los artistas y trabajadores del área viven en la mengua, para sacar adelante su trabajo. Son funcionarios que no funcionan:  «dis-funcionarios».

Tartufo (2024). Dirección: Licelotte Nin. Foto: CNDTRD.

A lo anterior se suma, la falta de proposiciones de quienes critican la gestión cultural, así como el silencio de la mayoría de los sectores, grupos o individualidades afines al gobierno. Y los que no entramos en ninguna de las dos fracciones militantes, tampoco hemos sido capaces de organizarnos para trabajar unidos por las correcciones necesarias, cuestionando con proposiciones viables y concretas los erráticos dos años del actual presidente, en los que se prometieron muchos cambios sin haberse visto ninguno hasta el presente. No se nota por ningún lado que las resoluciones de las leyes nacionales aplicables a la cultura y el teatro se estén aplicando o, por lo menos, intentando aplicar, a pesar de ser calificadas como vinculantes por la alta gerencia cultural.

Entonces, ¿cuál es el problema de asumir cambios que beneficien a todos? Hay que tomarse las cosas en serio y dejar el relajo. No nos extrañaría el año que viene, ver a la ministra de Cultura, celebrando el Día de los Enamorados y al viceministro de Creatividad y Formación Artística dando talleres sobre cómo abrazar y besar en todas las provincias del país, mientras muchos grupos, compañeros y colegas, conmocionados por los efectos económicos y sociales de la postpandemia, medran en la más absoluta falta de apoyo y asistencia mientras, a pesar, siguen adelante con sus proyectos. Señora ministra, señor viceministro: no disfuncionen tanto en aras de su figuración e inquietudes particulares; FUNCIONEN, INCIDAN, EJECUTEN PARA LOS QUE MÁS LO NECESITAN y quienes, además, pagamos sus salarios con los impuestos.

¿Qué propongo? El diálogo interactivo de los artistas y trabajadores culturales (y todo aquel que se sienta interesado) con las autoridades del área. Un diálogo proactivo en el que tengamos la posibilidad de proponer y ser valorados en la dimensión justa de nuestras necesidades y metas. 

Para ello, debe bajarse el ritmo de los grandes eventos, centrando la atención en programas que inciden efectivamente en los procesos de creación y acción cultural de la sociedad. Primero la gente, después la pompa, y siempre está como producto de un proceso dinámico de interrelación del gobierno y las aspiraciones de la ciudadanía.

¿Qué le falta al teatro dominicano? La posibilidad del cambio cultural necesario está en la maravillosa creatividad del pueblo dominicano, no en las ideas de la élite burocrática por más “brillantes” que estas parezcan. Señores burócratas, menos bomba por favor, que el chicle ministerial es menos que poco, comparado con el que mascan los artistas y trabajadores culturales fuera de los entes oficiales.

Los Sueños de Lorca (2024). Dirección: Ernesto López. Foto: Mika Pasco.

Todo está introducción me permite entrar en el tema: ¿Qué está pasando en la escena teatral dominicana? ¿Cuáles son los grupos que están asumiendo el reto de escenificar? ¿Qué piezas se concretan (de autoría nacional, extranjera, clásica, contemporánea, experimental, entre otras) o se escenifican dentro de cada sala o teatro de la capital? ¿Qué directores emprenden el reto de estar al frente de esas propuestas? ¿Cuál es su estilo o forma de asumir la puesta en escena? ¿Cuál es la naturaleza de composición de los elencos? ¿Qué tipo de recepción se da en función del segmento convocado? ¿Qué estrategias de difusión aplica cada agrupación para promocionar sus propuestas?

Surgen tantas interrogantes, una infinidad de otras cuestiones que acá en este espacio podrían sugerir que, eso que entendemos como dinámica teatral local, tiene altas, bajas, posee rasgos de interés de calidad o responden a coyunturas focales de un lapso dado o, sencillamente, sirve de barómetro para indicar la presión de un movimiento que puja por expresar que el teatro está más vivo que nunca o solo manifiesta un comportamiento de las relaciones oferta – demanda aunado a elementos inmediatistas que hace que la visual sea más cónsona a una percepción real o sencillamente se vislumbre como brillante momento que no irá más allá de lo que en otros trimestres ha comportado el hacer de nuestros teatristas capitaleños. 

¿Cuál es la oferta cultural? Mirar la escena actual dominicana no solo es visualizar que se exhibe como producto teatral en las distintas salas y circuitos culturales del país –especialmente, los que acogen producciones / montajes teatrales- sino intentar percibir:  si bien este comienzo del año 2024 está siendo marcado por las reposiciones teatrales de lo que fueron marcados éxitos escénicos de la pasada temporada y nuevos estrenos– tanto para lo referido a producciones de arte como de tono comercial digestivo- la cartelera ya muestra alguna que otra opción para el público que busca una oferta más diversa con propuestas de interés en la ciudad de Santo Domingo.

VISUALICEMOS EL PANORAMA TEATRAL ACTUAL

Mariposas de Acero (2024). Dirección: Waddys Jáquez. Foto: Mariposas de Acero.

Es importante para mí traer a colación nombres de creadores y directoras que han venido o están haciendo interesantes puestas en escena; entre ellos mencionaré a Waddys Jáquez (con el musical Mariposas de Acero basada en las hermanas Mirabal), Elvira Taveras (con la obra Las vaginas son ateas presentada en la sala Ravelo del Teatro Nacional), Manuel Chapuseaux (con La Abuela del Escorpión, El Poder y la Sangre adaptación libertina de la Orestíada de Esquilo, Caperucita Coja de Guillermo Heras y la comedia digestiva Votemos), Ramón Santana (con su montaje Terror y con Desde el mismo vientre estrenada en la sala Ravelo), Vicente Santos (con su Pórtate bien, Acepto lo que sea, pero contigo y Zafra de Rafael Morla, producción para el Ballet Folclórico Nacional Dominicano), María Ligia Grullón (con su monólogo Un amén de mariposas con textos de Pedro Mir, producido por el Teatro Estudio de La 37 en Santiago de los Caballeros), Ingrid Luciano (con la obra Acumulada presentada en la sala Ravelo), Ernesto López (con su atractiva obra de títeres Los sueños de Lorca dentro de la programación de la Tercera Temporada de Teatro Banreservas), Karina Ubiñas (con su juego escénico Cuentos por pipa), Luis Fernández (con Mi Sexta Boda de Mónica Montañez protagonizada por Mimí Lazo representada en el Chao Café Teatro), Mariano Solarich (con su monólogo El Actor propuesta teatral traída de Uruguay por Trashumancia Teatro para Casa de Teatro), Raeldo López (en el unipersonal Escuela para Mujeres celebrando su función número 149 en el Chao Café Teatro), Licelotte Nin (con su versión libre de Tartufo de Molière, producción para la Compañía Nacional de Teatro).

El último personaje de Cecilia B (2024). Dirección: Fausto Rojas. Foto: CNDTRD.

Fausto Rojas (con el unipersonal El último personaje de Cecilia B y próximo a estrenar El Gallo de Rafael Morla sobre una mirada intima de Joaquín Balaguer y su dirección escénica para la ópera Rita producción de la Compañía Lírica Nacional), María Castillo (con la recién estrenada La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, bajo la producción de Fidel López, espectáculo que debió mantenerse un lapso más prolongado a fin que nuestro público foráneo hubiese podido disfrutar de esta propuesta lorquiana), Indiana Brito (con su trabajo en proceso sobre Casa de Muñecas de Henrik Ibsen, producción para la Compañía de Teatro Rodante Dominicano), Stephanie Bauger (con sus espectáculos de danzas Celebrando a la Mujer y Agua Viva ambas producciones para el Ballet Nacional Dominicano), los jóvenes Gabriela Rufino y Fernando Bruno (dando sus pinitos con La Pulpería en Casa de Teatro), Edmundo Poy (con su estreno de Al rescate de un repertorio producción para la Compañía Nacional de Danza Contemporánea en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes), Christian Negrín (con su trabajo de títeres La boda del tío Perico de la agrupación Teatro Retablos de Cuba), Miguel Espinoza (con su monólogo La voz humana de Jean Cocteau y con la obra Victoria que adapta técnicas de la Comedia del Arte en la sala Utopía Teatro en Santiago de los Caballeros).

La ley del silencio (2024). Dirección: Lorena Oliva. Foto: Teatro Alternativo.

Lorena Oliva (con su obra La ley del silencio, Bullying presentada en la sala Manuel Rueda) y así, una larguísima lista donde sé que omito a mucha gente joven que está batallando desde la anomia y la apatía de los grandes nombres, salas, agrupaciones y circuitos de Santo Domingo.

Ubú Rey (2010). Dirección: Manuel Chapuseaux. Foto: Mariano Hernández.

¿Qué está pasando en la escena teatral dominicana? Al observar el panorama teatral sigo maravillando que hay un total de más de veinticinco obras y espectáculos demarcados de las instituciones privadas como la oferta del Microteatro, asimismo el Teatro Cucará Macará con su más reciente edición de la Feria Internacional de Títeres, Objetos y Animación (FITO); de la misma manera, en el centro cultural Banreservas pudimos apreciar la exposición de la agrupación teatral Gayumba, titulada “Gayumba la magia de la escena” con fotografías de Mariano Hernández.

Dentro de esa oferta cultural está la próxima edición del Festival Internacional de Teatro Infantil y Juvenil (FITIJ 2024), organizado por el Teatro Cucará Macará, igualmente, se acerca la nueva entrega del Festival de Teatro de Mujeres sobre las Tablas, único en su género realizado por la directora y dramaturga Elizabeth Ovalle, vitrina teatral que ofrece una variada programación femenina y el Encuentro Internacional de Danza Contemporánea (EDANCO 2024), eventos importantísimos para la actual escena teatral dominicana.

El panorama actual de teatro dominicano de estos últimos meses ha tenido expresiones de alto interés. Por lo menos hay más audacia, más vuelo, más calidad, más interés por expresar, más intuición estética que en otros momentos. Le he tomado el pulso a los espectadores y ellos me dicen que así están asimilando esta percepción. Incluso, la de otros directores, productores y en especial de la única crítica especializada que escribe, me refiero a Gilda Matos. La escena sería más amplia si hiciéramos un censo de estos directores, grupos y proyectos escénicos existentes en el país y más si todas las agrupaciones de teatro tuvieran apoyo del Estado y del sector privado.

Como puedes leer/ver querido lector, no siempre hacer memoria es fácil; menos aún, reflexión y crítica sobre lo que entendemos como arte teatral de un país.  Soy hombre de tablas con aguda capacidad para mirar y examinar desde una óptica reflexiva que el teatro debe ser rescatado en su hacer, es decir, desde la memoria. Esa frágil memoria que debe permanecer, gracias a la crítica escrita.

Es un aporte porque la memoria es esquiva y los juicios de valor a veces no gustan, terminan por ser ese eje que da soporte a que lo efímero del acto escénico no quede desamparado por el tiempo y los olvidos. Insisto, la memoria es frágil, lo que no se escribe, no se recuerda, se olvida. La crítica escrita debe permanecer, debe quedar inscrita en la memoria del teatro. Aunque estemos condenados a leerlas.

Hasta ahora, esto ha sido una breve cartografía del teatro dominicano de lo que va del año, es lo que he tratado de visualizar aquí en este panorama teatral, es una mirada que viene desde una praxis personal, desde una vivencia muy subjetiva como crítico que reside en esta ciudad caribeña como lo es Santo Domingo, la cual manifiesta una amplia variedad de propuestas culturales, cinematográficas, escénicas, musicales, plásticas, literarias entre otras que bien vale la pena estar pendiente y consultar la cartelera local a la hora de programar la agenda teatral para el fin de semana.  

Por ende, es necesario que los críticos de artes escénicas vuelvan a asumir con urgencia su responsabilidad social y su función estética, ojalá la Asociación de Cronistas de Arte (ACROARTE), entiendan a qué me refiero. Al tiempo que utiliza con circunspección su subjetividad y explora todo el espectro del saber, que va de la reacción epidérmica frente a los espectáculos hasta análisis más profundos, es necesario que se establezca un vínculo entre emoción y conocimiento, con plena conciencia de que escribe la historia a la vez que esboza el futuro. 

Carlos Rojas: entre crítica y reflexión. Foto: Sandra Garip.

Como coda diré que: he aquí que como crítico especializado y espectador agudo rápidamente me cuestiono con unas interrogantes: ¿cuál es el papel del crítico teatral en los momentos actuales? ¿Para qué sirve la crítica en un país que desprecia a los críticos? 

La respuesta emigra de mi capacidad como hombre de teatro. Sin embargo, más allá de cualquier pretendido reflexivo, a veces vislumbro alguna reflexión que me indica que, el teatro contemporáneo dominicano no ha sabido leer a cabalidad la trascendente función de la crítica escénica en este país. Señal o apatía de los tiempos que vivimos. Sea usted, querido lector, quien tenga la última palabra.

Carlos Rojas
Carlos Rojashttps://mipuntodevistacritico.blogspot.com/
Cineasta, crítico teatral y de cine, escritor, productor independiente. Licenciado en Gerencia Teatral, mención: Producción, graduado en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE). Estudió Cine en Contrain en Venezuela. Es el creador del blog de análisis, investigación y apreciación teatral, Mi punto de vista crítico. Ha participado como Asesor, Curador, Crítico Teatral y Jurado, en más cincuenta festivales nacionales e internacionales en países como Alemania, Argentina, Cuba, Colombia, EE. UU, Dominicana, México y Venezuela.

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