
La figura de Carlos Gil Zamora (Barcelona; 1950) es, sin lugar a dudas, una de
las más influyentes del teatro español contemporáneo. Estudió Interpretación y
dirección en la Escola D’Art Dramatic Adriá Gual, hizo los cursos de Diplomatura en
Ciencias Dramáticas en el Instituto del Teatro de Barcelona y estudió dramaturgia
y guión de cine en la Escola d’Estudis Artistics de L’Hospitalet de Llobregat. Ha
dirigido más de una veintena de espectáculos.
Ha colaborado con varias revistas especializadas, ha impartido diversos cursos y
talleres y ha participado como ponente en multitud de congresos, encuentros y
debates, además de realizar las crónicas de multitud de ferias, festivales,
muestras, jornadas y eventos por todo el mundo. Escritor de diversos textos, Gil
Zamora ha producido una decena de espectáculos para compañías como Akelarre,
Teatro Geroa o Teatro Gasteiz.
Fue miembro de la Asamblea d’actors y Directors de Barcelona y coordinó las
ediciones de (1980-81), del Festival Internacional de Teatro de Vitoria-Gasteiz.
Desde 1982 ejerce la crítica teatral en diversos medios de comunicación del País
Vasco, y desde 1997 dirige la revista ARTEZ de las Artes Escénicas.
Empecemos por definir: -¿Quién es Carlos Gil Zamora?
Carlos Gil Zamora es un varón blanco, septuagenario, hipertenso, neurótico, socio
del Barça desde hace sesenta años, que está convencido de que ha vivido de
acuerdo con sus posibilidades.
-¿Eres en tu intimidad más absoluta, ese hombre teatral que se muestra
a sus contemporáneos?
En mi intimidad puedo reconocerme como poseedor de una timidez que se puede
transformar en soberbia ante los demás a modo de defensa, alguien al que no le
gusta la doblez, que ama la sinceridad no tóxica y que, por lo tanto, no me gusta
la teatralidad en la vida cotidiana ni en la expresión profesional. El teatro es para
los escenarios.
-¿Qué papel debe jugar la crítica en este proceso de gestación de este
renacer teatral?
Lo del renacer teatral es una afirmación que me coloca en la incertidumbre. No sé
qué significa. Si nos ponemos estupendos, si nos elevamos, quizás la crítica haya
ayudado puntualmente en alguna etapa de la Historia y en lugares muy concretos.
Hoy, me temo, que la crítica se ha convertido en algo instrumental.
Tanto por la poca solidez de quienes se autoproclaman críticos y emiten opiniones
muy poco refrendadas ya que son refritos de los programas de mano, como de su
uso fragmentado en los dossiers promocionales donde se equiparán las que se
tramitan de manera formal en medios de información, revistas especializadas con
las que salen de lo espontáneo de los blogs y redes sociales.
En este contexto creo que es difícil que contribuyan a algo más que a ser retenidos
en cuenta por los poderosos y les regalan invitaciones a los espectáculos mientras
que a quienes mantienen una cierta actitud ética rigurosa se les expulsa de los
paraísos temporales por todos los caciques que llegan a puestos de poder.
-En qué medida te ha favorecido ser el director de la revista ARTEZ para
descubrir, concordar o crear nuevas herramientas, ¿lenguajes diferentes
para expresar todas esas preocupaciones que tú tienes como crítico?
Cuando se creó ARTEZ mi única condición fue que yo no haría críticas, y que debía
ser una herramienta de información. Nuestra primera frase publicitaria decía:
«ARTEZ: Lo único imprescindible para ir de tu casa al teatro». Son más de
veinticinco años y la evolución de ARTEZ, la incorporación en la Internet en el
2001, el hacer primero un Portal y ahora desde hace décadas un diario digital
dedicado a las Artes Escénicas, me ha empujado a probar muchas maneras de
buscar los objetivos marcados. Yo, en estos momentos, me reconozco como un ex
crítico, es decir hago críticas de manera irregular, no con la continuidad y
profusión que durante décadas las hacía. Ahora me dedico más al comentario, a la
crónica opinativa, a la ráfaga crítica en las redes sociales.
-¿Considerando tu trayectoria, pareciera que te sientes a gusto
trabajando en soledad?
Hace muchos años decidí dejar la redacción de un periódico vasco en el que
continúo colaborando con un artículo diario, como mínimo, y hasta que no decidí
hacerme cargo de ARTEZ no volví a una redacción, por lo que estoy acostumbrado
a trabajar en solitario, en mi apartamento, en habitaciones de hotel, pero no me
extraño al estar en redacciones, aunque ahora mismo por circunstancias, llevo
unos pocos años que no tengo esas sesiones colectivas.
-En qué momento decidiste que debía ser el editor de tu propia revista,
¿qué experiencia guardas al respecto? ¿Alguna vez este proceso de
retroalimentación consiguió alterar sus propios condicionantes?
Yo escribía para otras revistas, y cuando se creó ARTEZ, no quise incorporarme a
ella nada más que como asesor y colaborador externo. Me insistieron los amigos
que tomaron la iniciativa de manera muy fuerte y consultando con mi compañera
de entonces, me convencieron y me hice cargo de la dirección, pero en estos
asuntos acabas haciendo de todo, lo primero que hice fue contratar a alguien para
la publicidad y lograr que todos los trabajadores estuvieran en la Seguridad Social,
me rodeé de periodistas porque como he dicho antes, la intención era informar con
rigor, asunto que no se hacía ni se hace en estos momentos. Ni en revistas
especializadas ni mucho menos en medios generalizados. Todo parece
propaganda. Todo es, desgraciadamente, copiar y pegar, transmitir lo que los
productores quieren.
Después fuimos creciendo, haciendo especiales y como obsesión personal
empezamos una colección de libros con textos dramáticos de autoras y autores
vascos. El resto ha sido una magnífica confluencia de iniciativas necesarias y de
cómplices institucionales y profesionales. Por cuestiones de ética primaria, algunas
de las cosas que yo he seguido haciendo eran incompatibles con mi dirección
editorial de Artezblai. Por ejemplo, yo escribo obras dramáticas y nunca las he
publicado en las colecciones nuestras.
-¿Qué conexiones pueden observarse entre su mirada crítica y la escena
teatral española contemporánea?
Aunque esté mal decirlo, ahora que vivo en Madrid, voy cada día al teatro siempre
he visto mucho teatro, tanto allí donde residía como en ferias, festivales,
congresos y jornadas. En un año normal veo más de trescientas obras y
espectáculos, por lo tanto, tengo una mirada bastante cercana de lo que se hace y
cómo me muevo por las Comunidades Autónomas también conozco algo todo lo
que sucede en general, pero me niego a hacer esas tabulaciones por territorio,
añada o generación.
-Te has convertido, en virtud de tu trabajo en referencia para los críticos
iberoamericanos, ¿consideras que tu nombre ha cobrado renombre con el
paso del tiempo?
No sabía que fuera referente. Hace unos años que hacía unos talleres de crítica
que me alimentaba, que me ayudaron a crecer. Ahora he parado, aunque me
encanta una vez al año enfrentarme a mi propia idea de esa función, y no hay
nada mejor que confrontar con gente que acaba de llegar a la misma y que vienen
con ciertas ideas preconcebidas. Y es evidente que la constancia, la persistencia, el
seguir todavía informando, opinando, moviéndose por muchos lugares de la tierra,
ayuda a que te conozcan. Aunque puede ser para mal. Ojalá sea cierto que tenga
un nombre más allá del que figura en mi cédula de identificación, sobre todo si me
siguen en lo que aportó de ética y de oficio técnico.
¿Crees que para salvar al teatro hay que destruir la crítica?
Para salvar al teatro hay que destruir a los políticos ignorantes, a los técnicos
oficiales sin criterios, a los que se creen con alguna propiedad de algo, huir de los
totalitarios y de la mediocridad. La crítica, aunque algunos y algunas se creen
importantes, no es otra cosa que una contribución interna, un roce o un aplauso
para dentro de la profesión y solamente en muy contadas ocasiones y, sobre todo,
hace años, tenían influencia directa con el público.
¿Existen esos nuevos críticos?
Existen. Me sorprende que vayan apareciendo. Hay alguno que me interesa por su
mirada, pero en general adquieren una actitud de salvar proyectos que asustan. Lo
mismo que no escriben nada que pueda molestar, y sus piezas son muy pobres en
asuntos puramente técnicos teatrales, escritos sin alma y en ocasiones con dos
pecados capitales atravesando lo escrito: la amenaza destructiva o el paternalismo
-¿Cuál es nuestra realidad teatral?
Cambiante
Para terminar: -¿Sigue siendo la pandemia un recuerdo para ti?
La pandemia del Covid es un recuerdo. Lo tuve dos veces. Seguí escribiendo en el
periódico GARA como siempre; salía el diario www.artezblai.com, la revista se
atrasó un número solamente y sobrevivimos como pudimos. Lo malo es esta
pandemia actual de ultra conservadores, y como sigo siendo una persona que se
sitúa siempre en el lado del progreso para todos, sabiendo, que la Cultura, está en
manos de los poderes más conservadores, intento universalizar la vacuna de la
cultura democrática.